En las páginas de Nuestro Tiempo, la primera persona que utilizó la expresión «periodismo lento» fue Paco Sánchez [Com 81 PhD 87], en un «Vagón-bar» de 2020 titulado «Gente que mira bien». La empleó para describir cómo entiende el oficio Ander Izagirre [Com 98], un reportero que huye del vistazo somero y del juicio frívolo, que da a las historias su tiempo porque solo así aflora lo relevante. Desde julio de 1954, la revista NT intenta ayudar a los lectores a comprender los vericuetos del mundo con una mirada pausada y profunda. Por eso nadie mejor que el tándem formado por Paco y Ander para celebrar que esta manera tan universitaria de entender el periodismo ha cumplido siete décadas.

Queda poco más de una hora para que empiece todo, y en el vientre de la revista se gesta una ilusión nerviosa. Una puerta gris de cinco centímetros de grosor hace que la escena se viva en la intimidad de la redacción. Los periodistas Teo Peñarroja [Fia Com 19], Ana Eva Fraile [Com 99] y Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] rondan de mesa en mesa, de despacho en despacho. Acaban de llegar los primeros alumnos colaboradores, Rodrigo Fernández de Mesa [Filg 25] y Andre Quispe [Fia Com 26], que saludan y buscan una función a la que agarrarse, la que sea. «¿Qué versión del Cumpleaños feliz os parece mejor? —les pregunta Lucía—. ¿La de Parchís? Poco seria, ¿no?» 

Teo, el editor, ha salido a tomar el aire. Dice que ha superado una especie de barrera del sonido, pero de los nervios, y que «ya está»; lo que tenga que pasar... Ana Eva, redactora jefe, señala unas pegatinas que llegaron a la hora de comer. «¿Están ordenadas ya?», consulta. Son las etiquetas con los nombres de los más de doscientos invitados al setenta aniversario. Algunos de estos apellidos esconden décadas de lectura fiel y gozosa de la revista. Esta tarde vienen a la facultad, quizá por primera vez. «NT me acompaña desde hace 53 años», escribirá días después Sara Caso, en un correo electrónico. También Daniel Sierra, a corazón abierto: «Nuestro Tiempo es mi ancla para parar y pensar cuando la vida me arrastra. Para leer con pausa cuando parece que no hay tiempo para nada más». 

Los bedeles empiezan a montar las mesas en el vestíbulo del edificio. Sobre ellas se colocan, además de las tarjetas identificativas, tres montones a rebosar de ejemplares del número 720. Y dos sorpresas. Tras un año de cocinado junto con la editorial EUNSA, hoy se pone a la venta en primicia un librito, el primero de la colección Temas de Nuestro Tiempo. Felipe Muller inaugura con Nadie habla esta serie que nace con la vocación de zarandear al lector un par de horas. Además de esta novedad, un regalo espera a los invitados. Se trata de una bolsa de tela con un diseño especial: una de las ilustraciones que Pedro Perles creó en 2021 para el ensayo «Peregrinos y errantes. Sobre libertad y compromiso en el mundo actual», del catedrático José María Torralba. Aquel abrazo que vibraba en dos colores primarios —rojo y azul— mientras otras siluetas, bosquejadas en negro, proseguían su camino cobra esta tarde un nuevo significado.

Todo está listo ya. Cerca de doscientas sillas, el escenario, el atril, tres sillones para los protagonistas, una mesa de centro, tres vasos y una jarra de agua. También la pantalla gigante. El videowall de Fcom, que anuncia las actividades de la semana y a veces se dirige a los habitantes de esta casa con voz propia, proyecta desde las 13:15 h las siete cabeceras de NT a lo largo de estas siete décadas. Distintas manchetas, el mismo latido. 

Fotografía: Xoan MoreirasCambiar por descripción de la imagen
Durante su discurso, Teo agradeció la presencia de colaboradores, fotógrafos, lectores, diseñadores, redactores y demás grupos que hacen posible la realidad de NT. En la pantalla, quedaron iluminadas las distintas manchetas que ha tenido la revista a lo largo de su historia.

Pasadas las seis, Teo y Lucía testean el sonido y ponen a prueba el guion. Mientras tanto, Ana Eva revisa el plan con los alumnos que van a colaborar en la organización. Desde que participaron en el Programa de Edición de Revistas Culturales, que se estrenó el curso 2022-23, consideran a NT como un miembro más de su familia universitaria y han querido vivir el festejo desde dentro. Cristina Cuadrado [Com 27], Hombeline Ponsignon [Fia Com 26] y Victoria Schneider [Com 26] se encargarán de las acreditaciones con la ayuda de Valeria Solano [Com 23]. Andre estará pendiente de acompañar a quienes cuentan con asientos reservados. Víctor Maspons [Der Fia 25] y Rodrigo se ocuparán de los cambios en el escenario. Y Viola Lumina [Com 26] acercará la tarta cuando llegue el momento de soplar las velas. El simulacro continúa hasta que alguien percibe que fuera, en la explanada, dos figuras caminan, lentamente, hacia donde estamos. Son Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] y Ander Izagirre [Com 98]. «Habrá que ir poniéndose el traje», dice Teo

Paco Sánchez (A Coruña, 1959) es un histórico columnista de La Voz de Galicia y profesor titular de la Universidade da Coruña. En el campus de Pamplona, formó a una docena de promociones de periodistas. Dirigió Nuestro Tiempo entre 1989 y 1991. Dejó el cargo, pero nunca ha dejado de escribir. Se acomodó en la última página y las historias de su «Vagón-bar» cierran cada número desde hace veintiséis años. 

Uno de los alumnos que hizo suyas las lecciones de Paco fue Ander Izagirre (San Sebastián, 1976). En las redes se presenta como «periodista con botas» y ha publicado más de quince libros, siete de ellos en la editorial Libros del K.O. Debutó en 2003 con El testamento del chacal. Y el más reciente, Subcampeón, coescrito con Zuhaitz Gurrutxaga, se lanzó en 2023. Ander firmó sus primeras colaboraciones con NT en 1999, en la época de Miguel Ángel Jimeno  [Com 89 PhD 94]. A la reseña de 402 palabras sobre la obra A China en bicicleta, de Gabriel Pernau, le siguió un reportaje de más de 3000 palabras titulado «Tour de Francia. Historia de un castigo». Se intuían ya dos de sus obsesiones: el ciclismo y los viajes. 

Discípulo y profesor —pero, sobre todo, dos buenos amigos— coinciden de nuevo en Nuestro Tiempo. Teo les ha invitado a conversar sobre su oficio. El programa resalta el nombre del coloquio, «Periodismo lento para un mundo acelerado», pero ellos podrían hablar de cualquier cosa.

Fotografía: Jesús CasoCambiar por descripción de la imagen
Entre batallita y batallita, Paco, Ander y Bea condujeron el coloquio hacia ese periodismo lento, tan nuestro, y también hacia el mundo acelerado que lo rodea.
HIJOS PRÓDIGOS DE NUESTRO TIEMPO

Nada más llegar a la Facultad de Comunicación, Ander y Paco dicen que quieren ver la redacción. Quieren asomarse a esa fuente de recuerdos. Les acompaña Beatriz Gómez [Com 99 PhD 06], directora del departamento de Periodismo, encargada de moderar la charla y amiga de ambos. «Pues no ha cambiado tanto», comenta Ander. «Al ver ese despacho siempre pienso en el “refugio de perdiz” de José Antonio», cuenta Beatriz. Se refiere al profesor Vidal-Quadras, una leyenda en la revista. A través de las secciones «Ecos del campus» y «Álbum de fotos», conseguía retratar el alma de la Universidad. Volvieron a referirse a él luego, en el coloquio, con emoción y una pizca de humor. «A mí me robó cientos de cigarrillos —recordará Paco—. Yo tenía un paquete especial de tabaco colombiano Pielroja. Un día descubrí que estaba vacío. Se los había ido llevando uno a uno». «Pero después nos daba contrabando de cosas que tenía por ahí…», matizará Beatriz

Solo queda media hora para que empiece el acto. Los primeros invitados entran en la facultad con cierta timidez. Les socorren al instante los alumnos colaboradores, que lucen chalecos rojos. Cada persona recibe su credencial, y, encaramada al hombro, la bolsa conmemorativa inicia su peregrinaje. El propio Pedro Perles ha organizado un viaje exprés para no perderse la cita. Traspasa hoy la frontera virtual, aunque, en realidad, el ilustrador acompaña cada paso del equipo de NT. La galería de retratos de los directores que compuso con motivo del sesenta cumpleaños viste una de las paredes de la redacción. Una década después, sus trazos dejan huella en el nuevo aniversario.

En el vestíbulo, los encuentros y reencuentros se multiplican a todo color. Por fin Lucía pudo cumplir el sueño de conocer en persona a Paco. Una ilusión correspondida. Se comunican con asiduidad por correo electrónico, pero el intercambio de mensajes entre Oxford y A Coruña se intensifica a medida que se acerca la fecha de cierre de cada número. Él aprovechará su primera intervención en la charla para dedicarle unas cariñosas palabras: «Es mi handler, esa persona que dirige un grupo de espías. Sin ella sería incapaz de escribir. Tiene una paciencia infinita conmigo». Entre las caras amigas que se reencuentran destacan Javier Errea y Ana Pérez, de Errea Comunicación, que han diseñado NT desde hace más de quince años. Gracias a ellos, esta cabecera es visualmente inconfundible, ojalá que como un viejo amigo entre la multitud. 

Poco a poco, las cuadrillas migran hacia el escenario. Desde el atril, Lucía anima a los rezagados: «Vamos a empezar. Ocupen sus asientos, por favor». Siete antiguos directores presiden la primera línea: Esteban López-Escobar (1974-1979), Juan Antonio Giner (1979-1989), Paco Sánchez (1989-1991), Miguel Ángel Jimeno (1999-2007), Ignacio Uría (2012-2017), Miguel Ángel Iriarte (2018-2019) y Jesús C. Díaz (2019-2021). La música de Ludovico Einaudi enmudece los murmullos. Lucía toma la palabra: «Bienvenidos al 70 cumpleaños de Nuestro Tiempo. ¡Qué alegría me da ver tantos rostros conocidos! Poner caras a los que solo poníamos nombres…». 

Fotografía: Jesús CasoCambiar por descripción de la imagen
Paco y Ander, maestro y alumno, sacaron a la luz viejas historias. A esto se le sumó la gran dirección de Bea Gómez.

Antes de dar paso a Teo Peñarroja, invita a reflexionar sobre qué aspectos de la revista y de su entorno han cambiado durante estas siete décadas: de la edición en papel a la digital, del diseño solo texto al relato gráfico, del aislamiento de la España de los cincuenta a la interconexión del siglo xxi... A pesar de esas transformaciones, señala Lucía, lo esencial permanece: «Nuestra manera de entender el periodismo sigue siendo la misma. Quizá hoy es incluso más necesaria que entonces: un periodismo lento, universitario —y por eso universal, sin partidismos— que ayude a comprender las complejidades del mundo sin simplificarlas».

Entre aplausos, Teo sube los dos escalones con la cabeza gacha. Viene a hablar de periodismo y lo hace desempolvando el género epistolar. Con la primera frase cautiva la atención de los invitados: «Editar una revista cultural es como escribir cartas de amor». Se mete en la piel de un náufrago que, desde la soledad de una isla desierta, lanza cartas al mar dentro de botellas vacías de ron. Cuando las ve flotando a la deriva, se pregunta dónde recalarán sus palabras. Se imagina a una Dulcinea, o tal vez una Beatrice, leyéndolas. En ese momento, Teo atisba el horizonte. «Ustedes son nuestra Dulcinea. Cada vez que pasamos horas discutiendo si merece la pena publicar tal o cual artículo, o releyendo un texto por enésima vez en busca de un verbo más adecuado, lo hacemos pensando en ustedes. Hay un cierto temblor cada vez que le damos al botón de imprimir siete mil ejemplares o al de publicar una pieza en la web. Nos preguntamos si realmente alguien lo leerá, si le servirá de algo. Y los imaginamos a ustedes leyendo en un sofá, en una sala de espera o en el metro, ojalá levantando una ceja y murmurando: “¡Qué interesante!”». Esta tarde, el enamorado y Dulcinea se miran a los ojos. Solo les separan unos centímetros. Entonces el editor de NT dedica a los lectores, «el alma de la revista», la palabra más importante: «Gracias».

Confesaba Paco Sánchez en el número 600 que las revistas culturales son hijas de personas enamoradas. En Nuestro Tiempo, esa declaración de amor la firmó Antonio Fontán en la primera página del número 1. Desde el corazón escribió en julio de 1954 la carta que ha guiado como una brújula a quienes han formado parte de la redacción durante estos setenta años: «Nuestro Tiempo aspira a ser una revista que recoja los latidos de la vida contemporánea, que informe y oriente acerca de los hechos, las ideas y los hombres que definen nuestra época, constituyen el presente y están creando el mundo del mañana».

El norte y el porvenir de cualquier medio permanece donde estuvo siempre: en la audiencia. «Nosotros no hacemos revistas —subraya Teo—, sino que ayudamos a nuestros lectores a tomar decisiones más informadas —más libres— en una sociedad cada vez más compleja». Para lograr esta misión, las historias de Nuestro Tiempo salen al encuentro de los lectores, allá donde estén. Con vida propia, los temas se expanden y mutan en distintos formatos: la edición cuatrimestral en papel, la web —que acaba de estrenar diseño—, la newsletter semanal o la reciente colección de libros. Además, una nueva criatura convivirá en el «ecosistema cultural» de NT en 2025. El lanzamiento de Versión extendida, un pódcast para darle otra vuelta a la cultura contemporánea, inspirará nuevas conversaciones y dará aliento a las viejas. 

Fotografía: Jesús CasoCambiar por descripción de la imagen
Teo abraza uno a uno a todos los predecesores que pudieron acudir. En la imagen de la derecha, a Miguel Ángel Jimeno, director entre 1999 y 2007.

Cinco propuestas para ensanchar el espacio de reflexión que comparten un estilo concreto de ejercer el periodismo. En una sociedad que tiene tantísima prisa, como señala el editor, Nuestro Tiempo cambia de marcha. Se adentra de forma reposada en las cuestiones de fondo que configuran la actualidad, otorga un lugar privilegiado a los temas culturales y reivindica la actitud universitaria que se acerca a la verdad a través del diálogo. Teo deja para el final un rasgo distintivo que permea los demás: «NT es una revista que mira desde el humanismo cristiano, convencida de que la razón se hace más profunda cuando se abre al misterio, y de que el mundo, aunque herido, siempre puede mejorarse».

PERIODISMO LENTO, PERIODISMO RÁPIDO

Cuando Teo baja del escenario, el festejo se vuelve polifónico. Beatriz ojea el guion, pero la complicidad entre los dos protagonistas rompe el libreto. «Bueno, él es periodista —se arranca Paco refiriéndose a Ander—; yo solo soy lento». Beatriz ríe el chascarrillo y reconduce la conversación: «Ambos sois periodistas lentos, y creo que tiene que ver con lo que hemos venido a celebrar aquí: el buen periodismo. ¿Qué es esto del periodismo lento? ¿Es lento de hacer?, ¿de pensar?, ¿tal vez de cobrar?».

Mientras preparaba un reportaje sobre los mineros en el Cerro Rico de Potosí, en Bolivia, Ander descubrió que cada historia necesita su tiempo. Escribió un texto clásico, de seis o siete páginas, y se dio cuenta de que «solo había raspado un poquito la superficie». Entonces aprendió a «volver a los sitios». Vivió con la gente, en sus casas. «Esas familias —explica— decidieron depositar su confianza en mí para contarme historias que yo nunca había visto publicadas. Algo impensable en un vistazo apresurado. El periodismo lento permite ahondar en lo relevante». 

Aquel relato inicial se convirtió en el libro Potosí, que le valió el Premio Euskadi de Literatura (2017), English Pen Award (2018) y el Premio Ryszard Kapuscinski de Reportaje Literario (2022). Obviamente, el periodismo lento, el que invierte muchas horas en el trabajo de campo, requiere un formato extenso. En este punto Beatriz azuza el debate: muchos profesionales piensan que no les publican reportajes largos porque la gente no lee, aunque sí dedica horas y horas a escuchar pódcast. «Cuando lo que se cuenta es una buena historia, si es larga, mejor —finiquita Paco—. La gente agradece las buenas historias largas». Ander asiente y cree que por eso los libros de no ficción están en auge. 

Fotografía: Jesús CasoCambiar por descripción de la imagen
Mónica Herrero, vicerrectora de la Universidad, y Pablo Pérez, profesor de Historia en la Facultad, disfrutan del encuentro.

Más allá de un desarrollo vasto y profundo, lo que hace único al periodismo lento, en opinión de Ander, es que permite elegir dónde se pone el foco. La guerra, el narcotráfico, la violencia —enumera— son asuntos que, por supuesto, hay que contar, pero sin relegar la ciencia, la cultura o el deporte a un plano secundario, ya que son el ámbito de historias importantes. «El periodismo lento cuestiona, de una manera que me parece bastante política, quiénes son los protagonistas», arguye. «¿Por qué gustan tantísimo las historias de Ander?», se pregunta Paco. Por ejemplo, en Subcampeón, su último libro, habla de un perdedor. «Yo me iba reconociendo mientras leía —dice—. Todos somos un poco perdedores».

Paco prosigue su turno con un revés. «El periodismo decisivo es el periodismo rápido, el del día a día, el que da la última hora. Luego lo arreglo —apostilla—, no os preocupéis». Reconoce que hay pocas personas que estén «a la altura de la noticia» porque precisa de un aprendizaje singular: personalidad estructurada, bagaje intelectual, destrezas técnicas… Pero sitúa la clave de esa preparación en otra variedad del oficio: «Una de las mejores maneras de formar periodistas rápidos es que hagan mucho periodismo lento». Si esta práctica se interioriza, el periodista podrá reaccionar con eficacia ante una situación urgente. 

«No se puede escribir el capítulo tres sin conocer el uno ni el dos. Así nos va en algunas cosas…», lanza Paco. Ander le pide que se moje. «Existen periodistas —amplía Paco— en contra del periodismo, y eso es muy fuerte». Cuando la profesión se practica mal, cuando se pone al servicio de determinados poderes fácticos, cuando se adultera la información, se desatan, según recalca, fenómenos tan antiperiodísticos como la polarización. Las consecuencias resultan doblemente devastadoras. Por un lado, el periodismo olvida que está al servicio de la comunidad. Y, por otro, el periodismo deja de importar. En una entrevista publicada en 2020, Ander formuló así el antídoto contra el sesgo: «Para ser justos con la gente y entender mejor el mundo creo que hace falta tiempo y pausa».

Los dos amigos podrían avivar la conversación durante horas, pero el reloj no perdona y toca continuar con el programa. Lucía regresa al atril para dar las gracias a todos los que hacen realidad «este sueño que se llama Nuestro Tiempo». En representación de los cientos de colaboradores de estas siete décadas, invita a subir al escenario a quienes han capitaneado la redacción. Teo les obsequia con su portada predilecta enmarcada y juntos soplan las velas de la tarta de cumpleaños. 

Fotografía: Xoan MoreirasCambiar por descripción de la imagen
Paco siempre quiso conocer a Lucía, quien le aprieta las tuercas cada vez que toca cerrar un número de la revista.

Para completar la foto de familia, Lucía nombra a José Luis Martínez Albertos, Rafael Guijarro, Javier Marrodán y María Eugenia Tamblay, que a pesar de no haber podido asistir han enviado muestras de cariño. Y también recuerda con emoción a los directores fallecidos: Antonio Fontán, Ángel Benito y Pedro de Miguel. Ahora sí están todos. En la serie de relevos que entrelaza el pasado con el presente, cada equipo ha custodiado, con profundo amor, la herencia que recibía de sus predecesores. Setenta años y quince etapas después, el pulso de la vida contemporánea continúa latiendo en NT

Pero como a la crónica «sobre este mundo nuestro y sus problemas: sobre sus dolores y sus ambiciones», en palabras de Fontán, le quedan muchas páginas por escribir, la redacción actual ha preparado una última sorpresa. Paco y Ander son los primeros en abrir la portada del cuaderno tipo Moleskine que conmemora el setenta aniversario. Un guiño al big bang que desencadenó el universo eneté: la explosión roja, la mancheta pionera que traslucía el tono albarizo del papel, la ventana con bordes redondeados que pregonaba seis o siete artículos.

A Paco le encantan las libretas, aunque algunas no se atreve a empezarlas nunca. En uno de sus vagones contó el vértigo absurdo que siente de no encontrar una primera anotación digna. Aquella confidencia de 2013 se anexiona hoy otro territorio: «Tengo pánico a escribir, es así. Sin Nuestro Tiempo, con lo poco que me apetece escribir, no lo haría». Por eso agradece como «un regalo muy grande» la oportunidad que le da cada nuevo número de saltar a su abismo. 

Ander no le teme a la hoja en blanco. Tacha, relee, arranca, reescribe, inunda los márgenes. Con veintitrés años publicó su primer reportaje en NT. Sus historias del Tour de Francia de entonces fueron el germen del libro Plomo en los bolsillos en 2012. Ahora rumia un reencuentro con sus orígenes. Durante los meses de febrero y marzo viajó por Colombia. Al regresar escribió una pieza de 28 páginas, sobre los ingas, un pueblo indígena que cubrió su territorio de amapolas para enriquecerse con la heroína, lo que atrajo a grupos armados. En 2003, las generaciones jóvenes iniciaron una revolución pacífica, pero aún viven bajo amenaza. Ander barrunta que el tema cuajará algún día en un proyecto editorial, pero le ilusiona preparar una versión para NT

El 21 de octubre, dos semanas después de la celebración en el campus, Teo recibe un correo electrónico con la propuesta, una crónica «cojonuda, pero larguísima». Ander está con ganas de intentar recortarla, aunque eso, bromea, le cueste casi tanto como empezar de cero. El 16 de noviembre sorprende al editor: ha dejado en poco menos de 35 000 caracteres con espacios el original de 80 000. Las primeras páginas del año setenta y uno de la historia de Nuestro Tiempo ya están en marcha.

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