Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

En el corazón de Iraq

Texto y fotografías Ainhoa Pérez-Arróspide [Eco 12]

Una asignatura de prácticas permitió a la economista Ainhoa Pérez-Arróspide trabajar en una fundación para al desarrollo comercial en Iraq.


Si alguien me pregunta por qué decidí venir a trabajar a Kurdistán, la respuesta es fácil: para aprender. Para aprender cómo se trabaja en un banco de desarrollo en un entorno desconocido y desafiante. A pesar de mi motivación, mi imagen de Iraq era la de un lugar peligroso donde nunca sabes si van a atacarte de camino al trabajo. Un país destruido por la guerra, con gente pobre y sin infraestructuras. Un lugar poco tolerante con otras culturas y religiones. Pero una vez allí, la realidad es muy distinta, porque he descubierto una cultura fascinante y animo a cualquiera a que venga a descubrirlo.

Gracias a la asignatura Economía del Desarrollo que ofrece la Facultad de Económicas, conseguí dos meses de prácticas en Kurdistán con la Iraq Middle Market Development Foundation (IMMDF). Reconozco que entonces tuve que buscar en Wikipedia qué era exactamente Kurdistán. Descubrí que los kurdos eran un pueblo de unos cuarenta millones de habitantes y sin un territorio propio, repartidos entre Turquía, Irán, Iraq y Siria. Una comunidad sin Estado, pero con bandera y lengua propias y que reclama la independencia tras una larga historia de conflictos y guerras.

Si hay un factor clave para el desarrollo de esta región es la seguridad. ¿De qué serviría tener la sexta reserva de petróleo más grande del mundo si no hay inversión que la acompañe? Y para que las empresas decidan establecerse aquí, hace falta que el entorno sea seguro. 

Ya en 1990 la comunidad internacional denominó al Kurdistán iraquí “zona de vuelo restringido” para proteger de Sadam Hussein a los kurdos tras la invasión de Kuwait. Sin embargo, lo que ha marcado el presente de esta tierra es “The Freedom Intervention”, como denominan a la invasión norteamericana. Hasta su derrota en 2003, el objetivo de Sadam fue exterminar a los kurdos, incluso con armamento químico, como sucedió en Halabja, donde murieron al menos cinco mil personas.

Kurdistán produce alrededor de 250.000 barriles de petróleo y se estima que llegará a un millón en 2015. Además, sus reservas son de 45.000 millones de barriles. Esta gran cantidad de crudo y la incipiente estabilidad auguran un progresivo desarrollo económico. El aumento del poder adquisitivo y la constante llegada de empresas extranjeras y turistas de la zona han provocado una increíble expansión del sector inmobiliario, con el consiguiente aumento de los precios, que puede crear una burbuja económica difícil de manejar. 

La Constitución iraquí de 2005 reconoce al Kurdistán como una entidad federativa dentro del país, y la ley de 2006 sobre inversiones ha facilitado la llegada de empresas extranjeras. Las principales proceden de Turquía, Egipto, Líbano y Kuwait, pero también de países occidentales. Multinacionales como Marriot o Carrefour ya han aterrizado en Erbil, capital kurda en Iraq. Aun así, el sector público emplea todavía al 40 por ciento de la población, desincentivando el emprendimiento y la diversificación.

Pese a todo, este “semipaís” tiene varias tareas pendientes. La banca, uno de los pilares del desarrollo, tiene mucho camino por recorrer. Han proliferado los préstamos hipotecarios y de consumo, pero no existe un flujo de dinero efectivo hacia las empresas. Además, la religión musulmana considera que el pago de intereses es haram (prohibido), lo que unido a la inexperiencia del sector bancario dificulta el consumo. El primer obstáculo es difícil de sortear porque tiene una raíz cultural. El banco para el que trabajo trata de corregir el segundo –la debilidad financiera– ofreciendo préstamos a las pymes locales en condiciones razonables que estimulen el empleo y la reconstrucción de las infraestructuras.

Otro problema es la falta de diversificación de la economía, porque la mayor parte de la inversión pública se destina al sector petrolero e inmobiliario. El primero no durará siempre, y el segundo no aporta valor añadido. Por tanto, es necesario fortalecer otros sectores clave, como la educación, la agricultura o la industria, aún lejos de niveles razonables. Parece mentira que con unos ingresos petrolíferos de 95.000 millones de dólares anuales aún existan colegios sin aseos o sin aire acondicionado o que en sus campos no haya sistemas de irrigación. IMMDF ha diversificado su portfolio concediendo préstamos a empresas de sectores como el embotellamiento de agua, la producción de cobre o la ganadería.

Al contrario de lo que se podría pensar, los kurdos son acogedores y tolerantes. Aquí conviven en paz chiíes, suníes, asirios, armenios, yazidis y de otras religiones difíciles de recordar. Además, siendo mujer y extranjera es difícil escapar de las miradas de los curiosos, pero eso no impide que la mayoría esté dispuesta a ofrecerte el baño de su casa o un té en su salón, a “conversar” mediante signos o a asistir a una tradicional boda kurda.

Kurdistán se encuentra en pleno proceso de transformación y, con suerte, su ejemplo puede servir a los países vecinos. Dentro de dos meses terminaré mi trabajo y me iré con una mezcla de tristeza y felicidad, dispuesta a colaborar en otros lugares, decidida a seguir aprendiendo. Abandonaré estos hermosos paisajes, su adorable gente y su increíble comida, pero me iré feliz por haber aprendido a sortear las dificultades de un entorno difícil y por haber podido descubrir esta fascinante cultura.