Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Los Bañales: aprender Historia tocando la Historia

Texto: Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] / Fotografía: Javier Andreu y Rafael Casalé

¿Cómo éramos hace dos mil años? ¿Cómo se organizaban las ciudades romanas? Cuando las fuentes escritas no dan más información, la Arqueología puede proporcionar respuestas. El yacimiento de Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza), dirigido por el profesor Javier Andreu, ofrece a los universitarios una experiencia de aprendizaje-servicio en la que la teoría y la práctica, enlazadas de manera natural, se imbrican también con los valores cívicos por contribuir al desarrollo de un territorio. 


El yacimiento de los Bañales apareció en la vida de Javier Andreu cuando tenía doce años. En una visita con sus padres al Mausoleo de los Atilios, situado dentro de la misma área arqueológica, descubrió que quería ser historiador. Conocía otros yacimientos pero aquella vez fue algo «tumbativo». Se quedó impactado por las inscripciones en latín del monumento. ¿Qué significaban? «La epigrafía fue el punto de partida de mi vocación», afirma Andreu, y le ha acompañado durante toda su trayectoria profesional. «Por eso, cuando en 2008 la Fundación Uncastillo me propuso reiniciar el proyecto de Los Bañales, me pareció providencial», reconoce. 

Los Bañales es una ciudad romana localizada en el término municipal de Uncastillo, en la comarca aragonesa de las Cinco Villas. Su nombre original se desconoce y la denominación actual se debe a las termas encontradas en el lugar. Los Bañales aparece en la documentación en torno al siglo ix, cuando la ciudad romana llevaba seiscientos años abandonada. Durante el siglo xx, se excavaron las termas y algunas zonas del foro y se realizaron estudios sobre el acueducto y el sistema hidráulico. Tras un parón de treinta años, la dirección del yacimiento recayó en Javier Andreu, que enseguida incorporó a universitarios al proyecto. 

Del grupo que formó Antonio Beltrán, al frente de la excavación entre 1972 y 1979, surgieron catedráticos, directores de museos… Andreu tenía claro que quería algo así: «Mi intención es que Los Bañales sea el gancho para que la gente se enamore de la Antigüedad, aunque luego no se dedique a ella, y también que se comprometa con su excelencia académica». Casi seiscientos estudiantes de todo el mundo han trabajado ya en la excavación desde 2008.

Pertrechados de azadas, palas, piquetas y paletines, verano tras verano —este año será el décimo— los alumnos, doctorandos y colaboradores saben que su imagen tiene poco que ver con Indiana Jones y que su papel es mucho más que excavar. «Somos arqueólogos historiadores —aclara Andreu—. Lo que buscamos es que cualquier objeto hallado nos transmita un discurso histórico». Se trata, además, de una iniciativa social y pedagógica: «Queremos que Los Bañales se perciba como un ejemplo de buen hacer en Arqueología y que eso redunde en el desarrollo económico de la zona». El equipo también organiza conferencias, charlas, talleres con los alumnos de institutos locales, se encarga de la gestión cultural del yacimiento… Esa animación en torno a las ruinas romanas se refleja en las cuatro mil personas que lo visitaron en 2017. 

Javier Andreu resalta la importancia de que «un yacimiento se haya convertido en un revulsivo para el estudio de la Historia Antigua». A veces la investigación se paraliza por la ausencia de fuentes escritas, pero la Arqueología puede impulsarla aportando nuevas informaciones. «En esta década, en Los Bañales se han abierto muchos interrogantes históricos en relación con el modelo hispano-romano de ciudad», asegura.

Entre libros y palas

Nerea López, Iranzu García y Javier Larequi son tres alumnos que se han contagiado de la pasión de Javier Andreu. Iranzu García (2.º de Historia y Periodismo) conoció el proyecto en primero de carrera. Lo que estudiaron sobre Los Bañales en la clase de Arqueología de Javier Andreu le llamó mucho la atención: «Me atrajo saber que lo que aprendíamos en la teoría podía verlo en primera persona y tener la experiencia directa». Iranzu quiere dedicarse al periodismo y nunca había pensado en ir a una excavación pero, tras escuchar a su profesor, se apuntó ese verano. «La Historia me gusta mucho porque es enriquecedora. Te da una visión amplia de la cultura. Y creo que en el periodismo a veces falta el conocimiento de ese trasfondo histórico», sostiene Iranzu, que agradece colaborar con algo así: «Desde primero puedes involucrarte. Tienes la puerta abierta de par en par y solo tienes que cruzarla. Además, el tocar la Historia, y saber que hace dos mil años que nadie ha tenido en sus manos ese objeto es una oportunidad increíble».

El director de Los Bañales reconoce que no era consciente de que lo que hacían era aprendizaje-servicio hasta que, en una exposición sobre el proyecto en la Biblioteca de la Universidad, una profesora se lo comentó. «Sí sabíamos que Los Bañales era un campo de aprendizaje extraordinario; que suponía una escuela de valores humanos y académicos, también para los profesores, y que nos lo pasábamos muy bien, algo que hace que la gente quiera volver a la excavación. Quienes participan se sienten como en casa, aprenden mucho, conviven con personas distintas y su labor tiene un impacto social. Si eso es aprendizaje-servicio, eso es lo que hacemos», explica Andreu. Ese ambiente familiar y de trabajo se crea con la contribución de todos los miembros del equipo, con Javier y su esposa, Paula Faus, a la cabeza, que forma parte del grupo desde el comienzo. 

Javier Larequi es compañero de carrera de Iranzu y, según confiesa él mismo, si hace un par de años le hubieran dicho que en lugar de celebrar los Sanfermines la segunda semana de julio se levantaría a las cinco de la mañana para ir a una excavación, no se lo habría creído. Se implicó en Los Bañales a través del Club de Arqueología, que coordina Andreu. «Esto me ayuda también en mi futuro profesional. Aún no sé en qué parte de la Historia me especializaré pero me parece bueno conocerlo todo», afirma Javier Larequi, que siempre ha querido ser profesor universitario.

Este alumno de segundo es un entusiasta de la vida del campus: «Hay gente que pasa por la universidad y gente que vive la universidad». Además del Club de Arqueología, Javier participa en la excavación del yacimiento del Monasterio de Bargota, en Mañeru (Navarra), y es coordinador del comité de alumnos del congreso de estudiantes FORUN. Su experiencia en Los Bañales le ha enseñado, en primer lugar, que «la Historia no solo se estudia a través de libros, sino también en la cultura material». Asimismo, señala otros aprendizajes que conlleva: «La gente que he conocido es como una familia para mí. Por otra parte, la implicación con las Cinco Villas es una labor social que me parece clave y me llena».

Además de la pasión de un profesor, ¿qué hace que los jóvenes sintonicen con la Arqueología? «Creo que es ese punto romántico que tiene: al pensar en Arqueología la vinculamos a los grandes hallazgos —explica Andreu—. Y es cierto que la ilusión por los descubrimientos no hay que perderla nunca, pero lo que de verdad te engancha es que te mantiene en una tensión intelectual constante: lo que excavas durante una mañana parece que puede ser tal objeto o un edificio, y según pasan las horas, se confirman tus hipótesis... o resulta algo distinto. Eso exige mucha
paciencia y te obliga a estar constantemente planteándote preguntas». 

Los interrogantes sobre el pasado bullen en la cabeza de Nerea López (3.º de Historia) desde que era pequeña. Cuando iba a la biblioteca y cogía un libro, se imaginaba quién lo habría tenido antes en las manos. Cuando se sentaba en un banco en el parque, pensaba en quién habría estado ahí. Desde los once años supo que quería ser arqueóloga. Pero lo veía como algo imposible. Conocer a Javier Andreu el curso antes de empezar la Universidad le llevó a matricularse en Historia: «Me dijo que un arqueólogo tiene que saber interpretar y conocer el contexto». Nerea agradece que el profesor la motivara en esta elección y que la haya apoyado en los pasos para avanzar hacia su meta. 

Ha participado en Los Bañales los dos últimos veranos y en 2017 estuvo también en Ampurias (Gerona), una excavación que acumula ochenta ediciones. Consiguió ir a Ampurias por sus buenas calificaciones y, gracias a las personas que conoció allí, se plantea ir a Baelo Claudia (Cádiz) y a Torreparedones (Córdoba). «En cada yacimiento aprendes cosas nuevas», explica Nerea, que subraya la importancia de su primera excavación: «Los Bañales me ha hecho avanzar en mi sueño». En el futuro se ve dedicada a la Arqueología Precolombina. Para ello sigue sacando el máximo partido a sus estudios y a las otras actividades que ocupan su tiempo: está en el Club de Arqueología, es alumna colaboradora de la Facultad, trabaja los fines de semana para pagarse la carrera, es árbitro de baloncesto, monitora de monte y, hasta el año pasado, hacía voluntariado en una asociación de ayuda a personas con esclerosis múltiple. «Vida solo tienes una y hay que aprovecharla al máximo», afirma.

El curso pasado, Javier Andreu la nombró responsable de una zona de la excavación y coordinadora de un grupo de estudiantes de un instituto. En el yacimiento, Nerea es la primera que se levanta —entre las cuatro y las cinco— y luego despierta a sus compañeros. A las seis y media están excavando, hasta la hora de comer, con un descanso para el almuerzo. Por las tardes, ya en el laboratorio, limpian los elementos encontrados, los clasifican y los registran. Después, suelen tener tiempo para conocer el territorio, hablar con los habitantes de los pueblos vecinos y descansar. Nerea asume que llegan momentos de agotamiento, pero el amor por lo que hace es mucho mayor: «Incluso si no encuentras nada durante toda una mañana, todo es información. Eso te puede llevar a preguntarte: “¿Qué habrá pasado aquí?”».

Aprender para servir y servir para aprender

Según Andreu, «la presencia de estudiantes en una excavación debería ser obligatoria», y explica la razón: «Estamos trabajando con dinero, en su mayor parte público, y, si nos quedamos los resultados de la investigación solo para los que vivimos de ello, esa socialización se interrumpe. Creo que la Arqueología tiene que terminar en pedagogía». El profesor resalta que, así como los investigadores pueden transmitir a los alumnos su pasión, los jóvenes contagian la ilusión, «una ilusión que hace que las dificultades típicas de un proyecto cultural se valoren en su justa medida». 

Ese empuje les condujo, en 2012, cuando solo quedaban dos días de excavación, al hallazgo del recinto dedicado a la Victoria Augusta. «Los alumnos se empeñaron en que había que descubrir qué había ahí debajo. Acabamos excavando de noche. Encontrar esas inscripciones tan bien conservadas fue espectacular. Nos posicionó delante de la monumentalidad que siempre pensábamos que Los Bañales tenía», cuenta el profesor. En 2015, hallaron un pedestal con una inscripción en homenaje al emperador romano Tiberio, labrada en los años 31 y 32 después de Cristo. Es el testimonio más antiguo que se conserva en la península ibérica de homenaje de un oficial de caballería a un emperador y fue calificado como uno de los grandes hallazgos epigráficos de la última década en el XV Congreso Internacional de Epigrafía Griega y Latina en Viena en 2017. 

Andreu ve este proyecto como una extensión de su labor docente e investigadora: «Es un campo en el que la metodología de aprendizaje-servicio surge de manera natural, y la relación profesor-alumno resulta muy cercana». Explica que en el yacimiento tienen un jerarquía más horizontal, y eso facilita que todos se brinden a ayudar y a asumir retos. Darles responsabilidad les lleva a implicarse más. «Al llegar les decimos que Los Bañales tiene que ser para ellos un espacio para convivir, para escuchar y para crecer», cuenta el profesor. 

Los estudiantes lo perciben. «Lo que aprendes en Los Bañales no se te va a olvidar nunca, porque lo has aprendido tú, lo has excavado tú. Eso se te queda grabado», afirma Iranzu. Y son conscientes del impacto social que alcanza su contribución. «Sabemos que se trata también de dinamizar el territorio», explica Javier

Los lugareños se comprometen asimismo con el proyecto, como señala Iranzu: «Lo que hacemos es transmitir este legado a la sociedad y los habitantes de la comarca lo sienten así, y se comprometen, lo cuidan, ¡y nos cuidan!».

«Creo que los estudiantes se sienten parte de un proyecto de recuperación identitaria. Y el respaldo de la gente se nota de maneras muy diferentes: el interés de los vecinos, campañas de crowdfunding, las personas del pueblo que nos acercan el almuerzo al yacimiento...», afirma Andreu.

Los Bañales es más que excavar. Es aprender conocimientos «tocando la Historia», es descubrir las preguntas que plantean los diferentes hallazgos —e incluso la falta de ellos—, es implicarse en un proyecto y asumir responsabilidades, es contribuir al desarrollo de un territorio y es transmitir un legado social. Como apunta Nerea: «Hay que difundir nuestra labor. La gente se involucra cuando se da cuenta de que se trata de su pasado». En el ámbito de la divulgación, el equipo de Los Bañales es puntero: además de su página web (www.losbanales.es), en su Museo Virtual pueden verse detalladamente los variados hallazgos, y en febrero lanzaron una app; su página de Facebook suma casi nueve mil likes y su canal de YouTube, más de 137 000 visualizaciones.

Nerea, Iranzu y Javier piensan volver a Los Bañales este verano. Y todos los veranos que puedan. De momento solo está excavado entre un 2 y un 3 por ciento del yacimiento. Han trabajado en la plaza mayor, en el foro, en un edificio público y en una domus aristocrática del siglo I —momento de esplendor de la ciudad—, en la que han aparecido pinturas y en la que esperan localizar mosaicos. Pero investigadores, alumnos y vecinos coinciden en qué es lo que más les gustaría averiguar: el nombre de la ciudad. «Es curioso que, entre las quince inscripciones que encontramos en el foro, ninguna lo revele. No sabemos si es azar o si es que en algún momento a la población le interesó proscribir el nombre», explica Andreu. En julio, el equipo volverá a la comarca de las Cinco Villas con la ilusión de, este año sí, al limpiar una cerámica o al dar la vuelta a una piedra, revelar el secreto que Los Bañales lleva guardando casi dos mil años.