Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

«Un mundo feliz», de Aldous Huxley

Ilustración: Diego Fermín

Recomendado por Pilar Zambrano


Irónico o no, Aldous Huxley señaló en el prólogo de su propia obra el poco valor literario que Un mundo feliz tenía. La profesora titular de Filosofía del Derecho Pilar Zambrano comparte su opinión; cree que los personajes resultan algo forzados y la narración demasiado previsible. Pero, tras esta observación, añade un nivel de lectura que hace a la obra merecedora de entrar en un canon. En tanto que distopía, Un mundo feliz resulta excepcional, brillante. La búsqueda, en la ficción, del futuro de su mundo se vuelve profética. 

En Un mundo feliz (1932), hay un Gobierno que hace funcionar todo a la perfección con un comercio organizado que requiere distintos niveles de inteligencia. Cada uno está satisfecho en el nivel que ocupa, otorgado mediante la fertilización in vitro e intervención en los embriones y la educación. Los ciudadanos de este mundo posible tienen todo lo que desean y sus miedos desaparecen. Pero también hay una isla marginada, el lugar de los salvajes, donde nadie intenta alcanzar la eficiencia y eficacia máximas. 

 

Placer ante todo

«El libro lleva a su mayor expresión una mirada utilitaria de la sociedad. El utilitarismo es la teoría de la mayor felicidad para el mayor número de personas. Imaginemos un mundo donde lo único que nos moviliza a actuar es el miedo al dolor y la búsqueda de placer. Hume puro y duro. En un sistema hecho para que esa búsqueda de placer sea siempre satisfecha o esa huida del dolor sea siempre exitosa se tiene que dar, en teoría, la paz mundial».

Las raíces se desvanecen

«Hay una perfecta organización social y política. El libro imagina lo que sería la “plenificación” de uno de los propósitos del Estado moderno: dar seguridad interna y externa con un único Gobierno mundial. Garantizar la paz con el monopolio del uso de la fuerza. ¿Qué desaparece? La familia, las relaciones afectivas —solo se mantienen las que no comprometen a la persona sino que proporcionan satisfacción momentánea— y todo tipo de organización intermedia entre el Estado y el individuo. Y, en última instancia, la libertad. Falta en ambos lugares, en uno por intervención técnica y política y en otro por condena social».

¿Vivimos en un mundo feliz?

«Las diferentes manifestaciones de la cultura contemporánea, desde la literatura hasta el cine y las redes sociales, proponen ideales muy parecidos a los que describe Huxley: una vida cuyo sentido es la maximización del placer y la minimización del dolor. Y de aquellos polvos, los lodos de lo que hoy se nos propone en el ámbito jurídico con figuras como la eutanasia, el aborto, el transhumanismo, la fertilización in vitro o los vientres de alquiler. Si el deseo fuera lo único que determinase las decisiones, ¿cómo sería el mundo? Lean Un mundo feliz. Esta sería la sociedad que tendríamos».

Una proyección vidente

«El gran tema de reflexión al que lleva el libro no viene tanto de la mano de la historia ni de los personajes, sino de la descripción de lo que sería un mundo donde aquello a lo que la sociedad aspira hoy se realizara. Los libros que dibujan utopías o distopías son un modo eficaz de representar en qué consiste alcanzar esta meta a lo que nos conduce un paradigma moral u otro. Se puede discutir desde una sistematización filosófica o se puede mostrar. Este es el valor de esta obra: nos pone frente a la maximización de una visión sobre qué es una vida buena y nos da un criterio más para posicionarnos».

 

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