Firma invitada
Cuadernos en blanco
La tía Emily es uno de los personajes de En lugar seguro, la memorable novela de Wallace Stegner. Su casa de Battell Pond tiene un porche de madera en el que siempre hay gente, barajas, dameros chinos y un puzzle a medio hacer. Allí se reúnen en verano todos los niños del entorno, y la tía Emily les lee pasajes de La Canción de Hiawatha mientras “las acometidas de la lluvia” estremecen los bosques cercanos. Los pequeños escuchan con atención la epopeya de los indios iroqueses sin saber que los versos cautivadores de Longfellow tendrán una importancia quizá decisiva en su futuro. “Todos los indiecitos que forman un semicírculo en torno a la tía Emily –explica Stegner– están recibiendo una impronta que les durará toda la vida. El sonido de esa voz que lee condicionará la manera de verse a sí mismos y al mundo.(...). Algunos de esos niños, años más tarde, quizá se despierten por la noche en medio de un sueño en que esa voz fuerte recite mitos iroqueses, y sus almas anhelarán la seguridad y la certeza y la naturalidad y la autoridad de los tiempos que la tía Emily dominaba”.
La tía Emily es una maestra. Y los maestros –también en palabras de Stegner– “hacen crecer a la gente de muchos modos, no se limitan al tema que tratan”: transmiten certeza y autoridad con independencia de lo que establezcan las leyes, y forjan el futuro mientras enseñan quebrados, resuelven una duda, atienden el recreo o recitan El Cantar del Mío Cid. Los buenos maestros son conscientes de que la sociedad ha dejado en sus manos lo más valioso que posee.
Laura Calleja, profesora de Educación Infantil en una pequeña escuela rural de Castilla-León, asegura que un niño es como un cuaderno en blanco. Las páginas que ese pequeño ingenuo y seguramente feliz escribe en el colegio serán muchas veces la brújula que a la vuelta de los años le ayudará a acertar con el rumbo adecuado. Hace un tiempo, un ex miembro de ETA resumió en estas mismas páginas su turbulenta biografía, y contó con sencillez cómo tuvo que acabar arrinconado y solo en la cárcel para empezar a recordar “las cosas” que años atrás le habían enseñado en el colegio La Salle de San Sebastián, y cómo ojeando aquel cuaderno de su niñez dio un quiebro a su pasado y rehizo por completo su vida. Nadie olvida a un buen maestro.