José Antonio Vidal-Quadras
Ecos
El reloj del Central, maravilla única
Nos hemos acostumbrado a él, y es una auténtica joya, que nos mira desde arriba en el patio del Edificio Central. Se instaló en 1963, proyectado por el ingeniero y pintor Fernando Delapuente, cuyo Estudio de Arquitectura y Decoración, de Montalbán, 9, Madrid, dibujó el plano con los detalles y colores de la esfera, la aguja, números romanos, signos del zodíaco, y encargó este reloj astrológico (“será de piedra de Colmenar”, indicaba) a Talleres de Arte Granda, entonces junto a Nuevos Ministerios. Es réplica de un reloj del siglo XVI que Delapuente había visto en Londres. Tiempo ha, Alfonso Nieto, coincidió con él en Londres y le dijo que estaba inspirado en uno que había por Carnaby Street o sus alrededores. Años después, pasó más de una vez por allí, lo vio y comprobó que así era.
Colocado en su sitio, entró en escena William Martineau, conocido relojero de Pamplona, uno de los primeros de España en instalar el sistema Brillé o dispositivo electromecánico en relojes monumentales y públicos. Era muy buen músico y tuvo como aprendices a Jesús y Ángel San Martín, hoy prestigiosos relojeros de la ciudad, hijos de un vecino de la Navarrería y amigo por la Orquesta Pablo Sarasate. Ellos instalaron nuestro reloj, su carrillón de varillas, cuatro altavoces y dos melodías: la de Westminster y el “Whittington”. Años después, al caer la tarde, Alfonso Nieto iba a la trastienda de Martineau, junto al Casino Eslava, y tarareaban el “Gaudeamus igitur” para añadir esa melodía, pero Martineau dejó este mundo… Los San Martín tomaron el relevo del negocio y han seguido cuidando de los relojes de la Universidad. Más tarde modernizaron el sistema y lo sustituyeron por el Bodet actual, electrónico, y con más músicas. Su pequeño corazón electrónico permanece tras la pared del mostrador de los conserjes. Y el tiempo nos acompaña.