Presentación
Retrato de un maestro
Le he conocido a través de otros. He construido su imagen a partir de anécdotas contadas por sus discípulos, colegas y amigos, entre las cuales adquieren especial significado aquellas que protagonizó en los últimos meses, cuando, plenamente consciente de que le quedaba poco tiempo entre nosotros, no paraba de hablar sobre el futuro, sobre China, sobre la medición de los activos intangibles, sobre creatividad intelectual, sobre la necesidad de levantar alojamientos en el campus para alumnos de posgrado...
La imagen que he construido a partir de esas historias es la de un hombre que tenía la vista puesta en el futuro, un adelantado, un visionario. Sospecho que no le movía el deseo de trascender. Sospecho que era demasiado humilde para dimensionar el gigantesco valor de su legado profesional y, menos aún, el imborrable ejemplo de humanidad que dejaría entre quienes tuvieron la bendición de entrelazarse en su tiempo.
Bondad, alegría, fidelidad, generosidad, sencillez, laboriosidad, son virtudes que van completando el retrato que he ido dibujando de este maestro al que estoy conociendo y del cual sin duda me queda, nos queda, mucho por aprender.
Aprovecho este espacio para dar las gracias a todos los que respondieron al llamamiento de Nuestro Tiempo a colaborar en el modesto homenaje que a través de estas páginas ofrecemos al primer decano de la facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, al rector que guió esta casa en un período tan conflictivo como próspero, al impulsor de la primera facultad de Comunicación Institucional del mundo, al primer catedrático de Empresa Informativa en España, y al maestro de más de treinta promociones de periodistas, en fin, a Alfonso Nieto, a Don Alfonso.