Firma invitada
Tener menos para vestirse mejor
No hace falta ser muy mayor para acordarse de lo difícil y caro que resultaba comprar ropa hace unos años. La oferta era limitada y los precios muy altos. No descubro nada realmente novedoso al decir que las grandes marcas low cost han supuesto una verdadera transformación del consumo de moda; un auténtico rediseño del status quo de este sector, comparable a las transformaciones que la revolución tecnológica ha supuesto para otros tantos sectores.
Al refugio de uno de los signos de nuestra era, a esta nueva industria de la moda no le fue difícil abrirse paso y llenar con rapidez el vacío entre oferta y demanda. Pasando a convertirse en tiempo récord en un potente motor del consumo cotidiano. Más en concreto del consumo de moda.
Una de las ideas tan erróneas como arraigadas en nuestra mente tiene que ver con esto: creemos que nuestras posibilidades de vestirnos bien aumentarán cuantas más cosas tengamos en el armario. A más opciones, más opciones disponibles, más posibilidades de acierto, pensamos. En realidad, sucede justo lo contrario.
El exceso de posibilidades ha reducido de manera drástica nuestra capacidad de acierto. A menudo cambiamos el «ruido» de una nueva prenda por la eficacia de un verdadero plan para nuestro estilo. Y este incluye muy seriamente un plan para nuestra manera de comprar.
Necesitamos muchas prendas de largo recorrido capaces de sentar las bases de nuestro armario y nuestro estilo. Tener demasiadas opciones es un riesgo para la identidad. Si nos paramos a pensarlo dos veces, el éxito se reduce, sobre todo, a elegir. O lo que es lo mismo, a descartar y aligerar.
Decía Coco Chanel que debíamos llenar nuestros armarios de «viejos amigos». Algo así, imagino yo, como prendas que sobrevivan al paso del tiempo, que nos emocionen, que tengan la capacidad de contar una historia y de recordarnos muchas otras.
Compruebo con frecuencia que, en lo que a armarios se refiere, todos buscamos tres cosas: que nos quede bien lo que llevamos, usar muchas veces la ropa que tenemos y la sensación de novedad.
Y sobre esta última, tan necesaria para mantener la ilusión por nuestra imagen, volvernos exigentes y tomárnoslo con más calma. A veces me pregunto por qué no usamos más eso de «ir de compras sin comprar».
Imaginaos cada prenda que entra (y sale) de nuestro armario como la pieza de un puzle gigante en el que tú diseñas la imagen final. ¿Te has parado a pensar qué es en realidad un look? No son más que múltiples combinaciones distintas de las mismas prendas.
Es una verdad universal que estar cómodos en nuestra propia piel nos hace más felices. Si lo que vemos en el espejo nos gusta nos resulta más fácil trabajar, relacionarnos con los demás y tener más autoestima. Lo que convierte el estilo en una fuente poderosa de felicidad.
Tener estilo es mucho más que una actitud, es una elección. Se trata de convertirnos en dueños de nuestra imagen y buscar las mejores maneras de hacerlo con éxito.
Es sobre todo contar una historia, la de quiénes somos. Y eso importa. Tanto, como para plantearnos en nuestra manera de comprar el equilibrio entre la felicidad y la abundancia.
Andrea Amoretti [Com 98] es periodista y estilista. MBA en gestión de empresas de moda [ISEM 05].