Una joven enfermera dirige en su tiempo libre a un grupo de terapia con una decena de personas que tratan de encarrilar sus vidas reuniéndose en los locales de una iglesia. En la intimidad de esos coloquios surgen amores y desamores, traumas, crisis y recomienzos.
La directora danesa Lone Scherfig vuelve a demostrar su maestría a la hora de construir personajes vulnerables, pero sumamente empáticos. El título alude a la capacidad de ser amables para alguien a pesar de las limitaciones y defectos.
La película es irregular: hay pasajes más conseguidos y otros que se diluyen hasta casi desaparecer, pero queda en la atmósfera del guion un buen montón de interrogantes sobre cuestiones vitales: la familia, la soledad, el perdón o la fe. Scherfig no le teme a los argumentos duros, no rehúye la presencia del drama ni de la miseria moral pero no se queda en ella. Es capaz de trascender. Es una constante de su filmografía. Y uno de sus máximos valores.