Dragones contra anillos: la batalla televisiva de la fantasía épica
CRÍTICA DE SERIE. LAP: Amazon Prime | Creadores: J.D. Payne, Patrick McKay | 1T
LCD: HBO | Creadores: R. Condal, G. R. R. Martin, M. Sapochnik | 1T
Durante meses, HBO y Amazon han parecido dos escapados al final de una etapa ciclista: si uno esprintaba con un espectacular tráiler burbujeando sangre y fuego, el otro se pegaba a su rueda y lucía —con un fastuoso aroma heroico— elfos, enanos y demás seres de la Tierra Media. En ambos casos asomaba una misma promesa: la de precuelas mastodónticas que ansiaban reverdecer los laureles de sagas clave en la fantasía épica (ya saben, ese subgénero con ambientación medieval, batallas legendarias, espadas, brujería y criaturas mitológicas).
La primera en cruzar la meta fue La casa del dragón. Con George R. R. Martin, el autor de las novelas, entre los creadores, la serie de HBO narra la guerra intestina que, doscientos años antes de los sucesos recogidos en Juego de tronos, desangró a los Targaryen, la tribu rubita de Poniente que cabalga dragones. Apenas dos semanas después ha llegado Los anillos de poder, la apuesta con la que Amazon Prime quiere reventar el casino. Recrea la Segunda Edad imaginada por Tolkien, con la forja de los anillos, la caída de Númenor o la alianza de elfos y hombres para derrotar a Sauron.
Con un acabado visual que quita el hipo, las dos series han jugado con energía —en la promoción y, desde luego, en su contenido narrativo— la carta genealógica, tomándola por un valor seguro. Así podían apelar a los fans tradicionales de mundos tan populares como Poniente y la Tierra Media. El problema de estas expansiones narrativas —que ya han dado señales alarmantes en los universos de Star Wars y Marvel— es que, si yerran el tiro, pueden acabar contaminando personajes y legados (ay, Kenobi).
Sin duda, conviene aguardar la perspectiva de una temporada completa para elevar un veredicto más ecuánime, más aún cuando estamos ante historias potencialmente amplísimas. A pesar de todo, de momento, las primeras impresiones de cada serie no son en ningún caso sobresalientes: La casa del dragón anda por el aprobado raspado y Los anillos de poder un notable bajo.
Aunque menos exageradas que en Juego de tronos, las nuevas escaramuzas de HBO por el trono de hierro mantienen su objetivo en un público adulto. Más allá del sexo, la sangre y los dragones, las intrigas políticas producen una sensación de déjà vu y los personajes resultan demasiado rectilíneos. Les falta vida, autenticidad.
Por su parte, Los anillos de poder se beneficia del tono familiar del universo Tolkien, que permite unos personajes más blanquinegros. Es decir, que el héroe puede sufrir tentaciones, sí, pero seguirá siendo una fuerza del bien. Aquí también hay tramas estiradas, exceso de exposición y personajes que necesitan de conflictos internos más trabajados —en especial, Galadriel—, pero la sensación que dejan los dos primeros episodios es más sabrosa. Las piezas en el tablero andan mejor dispuestas para que la acción fluya y los compromisos se espesen.
El tiempo dictará sentencia. El otoño asoma y aún tenemos dos meses por delante para dirimir el primer asalto de esta pugna entre anillos y dragones. Porque parece claro que la fantasía épica ha llegado para reinaren el streaming.