Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Dinard. Viejos recuerdos, nuevos valores

Texto Jorge Collar

El cine británico se renueva, una vez más en un Festival que da cabida a nuevos valores y homenajea a los clásicos.


Cada nueva edición del Festival de Cine Británico de Dinard ofrece viejos recuerdos y nuevos valores. Los homenajes aportan su dosis de nostalgia, y la falta de tiempo provoca cierta frustración por no poder ver muchas películas. Como dijo, ante un público agitado, la presidenta del festival, Sylvie Mallet: “El Festival es víctima de su éxito”.
Este año era obligado celebrar el doble centenario de Charles Dickens y, algo más prosaico, el medio siglo del mito de James Bond. Sin olvidar el homenaje al director John Schlesinger y sobre todo a Sir Tom Coutenay, actor conocido no solo por El doctor Zhivago, sino también por su trabajo en obras de Joseph Losey, Tony Richardson, Peter Yates o Anatole Litvak. otros trabajos. El acontecimiento mediático fue la presentación de Astérix y Obélix al servicio de Su Majestad, de Laurent Tirard. Valérie Lemercier y Guillaume Gallienne presentaron este nuevo episodio de una saga cada vez más popular en toda Europa. De las seis películas en competición, dos no merecen demasiada atención. Live East Die Young, de Laura Hypponen, acumula fallos técnicos y psicológicos con una voluntad extrema de escandalizar. Más profesional y de mejor calidad técnica, The Comédian, de Tom Shkolnik, se incluye en una temática que parece defender la “teoría del género”. Un actor mediocre, que mantiene en paralelo relaciones con una mujer y con un joven negro, debe decidir entre los dos. La ausencia de decisión final demuestra que se trata de una película al servicio de una ideología que comporta la negación de la identidad sexual.
Hussam Hindi, director artístico del Festival, ha afirmado que el cine británico había dejado de interesarse por los temas sociales o políticos para evolucionar hacia la ficción. Esta tendencia parece acompañada de una voluntad de evocación del pasado, social y político, pero juzgado con una mirada más imparcial. Ill Manors, del cantante y músico Ben Drew, no se decide a abandonar los medios populares de los barrios difíciles. En esta primera película, Ben Drew (conocido como “Plan B” en el mundo de los raperos) utiliza la música como un elemento de la narración, e introduce canciones que refuerzan el contenido dramático.
Los personajes de Wasteland, de Rowane Athale, también primera película, viven en un barrio popular donde nada es de color rosa, y se comprende que piensen en partir un día hacia un mundo mejor, sin embargo el contenido social se desdibuja pronto para dejar paso a otro género, el del filme policiaco.
Dos películas tratan, de forma muy diversa, el conflicto que ha enfrentado durante lustros a católicos y protestantes en Irlanda del Norte. Good Vibrations, segunda película de Glenn Leyburn y Lisa D’Sha, premio del mejor guión, es la evocación nostálgica de la acción pacifista de Terri Hooley (Richard Dormet), militante gauchista que en los años setenta fundó una tienda de discos, y más tarde una productora. Reuniendo católicos y protestantes y soportando las vicisitudes de los enfrentamientos violentos, Terri Hooley continuaba alentando grupos musicales.
El gran premio de Dinard —el Hitchcock de Oro—, así como el premio del público, han sido para la otra película que evoca el conflicto de Irlanda del Norte: Shadow Dancer, de James Marsh. El conflicto se contempla como el marco histórico de una acción dramática. El guión de Tom Bradby trascurre en los servicios secretos británicos y las acciones del IRA. Collette (Andrea Riseborough) es una joven viuda republicana. La detienen después de un atentado abortado en el corazón de Londres, y Mac (Clive Owen), un agente de los servicios secretos británicos le ofrece una alternativa: veinte años de cárcel o la libertad a cambio de informar de las acciones del IRA. En este tipo de películas y especialmente en esta, es mejor que el futuro espectador conozca lo menos posible. Solamente decir que incluso después de la palabra fin es preciso seguir pensando para que todas las piezas del rompecabezas encuentren su sitio. En suma, una excelente película que ha constituido un final feliz para el Festival.


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