Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Urge un liderazgo político global

Texto: Rafael Domingo Oslé, titular de la Cátedra Álvaro d’Ors del ICS  y Spruill Family Professor of Law and Religion en la Universidad de Emory (Atlanta). Fotografía: Susana Girón

La crisis del coronavirus ha evidenciado la falta de liderazgo a nivel mundial. A los líderes globales se les debe exigir al menos un ferviente deseo de proteger el bien común universal y una integridad a prueba de bombas.


La crisis del coronavirus, que ha dejado cientos de miles de muertos, ha puesto de manifiesto, con luces y matices nuevos, la necesidad que tiene la humanidad de genuinos líderes políticos globales. Una cosa es ocupar un alto cargo en un país del G-8 o en una institución internacional como Naciones Unidas y otra muy distinta ser un auténtico líder político global. Llamo líder político global a aquella persona plenamente capacitada para tomar decisiones que afectan a todo el planeta en una era marcada por la incertidumbre. La globalización, la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías son fenómenos con tanta luz que nos deslumbran y nos impiden intuir el horizonte a unos pocos años vista. Ante la falta de hitos en el camino, la urgencia de un nuevo liderazgo político global se hace más apremiante.

Es Gonzalo, el alcalde de Castillo de las Guardas (Sevilla). Todos los días, desde que empezó la pandemia, se puso su equipo de protección y recorrió las calles del pueblo con algunos concejales para desinfectar cada rincón | FOTO: Susana Girón

No es solo cuestión de preparación técnica, ni de una experiencia profesional sofisticada, ni de mejorar el talento comunicador abriéndose a las diversas sensibilidades culturales. A los líderes globales, dada su enorme responsabilidad, se les debe pedir al menos tres cosas más: la protección del bien común universal, una integridad a prueba de bomba y una visión holónica de la realidad. Cumplir con estas condiciones requiere una gran madurez espiritual, como la que informó la vida de grandes líderes del siglo XX como Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King, san Juan Pablo II, Ronald Reagan, Robert Schuman o monseñor Romero.   

La palabra holón, acuñada por Arthur Koestler en 1967, se refiere a algo que es al mismo tiempo un todo y una parte. Cada holón integra y trasciende simultáneamente lo que le precede. De la misma manera que una célula incorpora y trasciende sus moléculas, así también las moléculas incorporan y trascienden los átomos, que, al mismo tiempo, incluyen y trascienden sus partículas. Algo parecido sucede con la política y la sociedad, pues todo está interrelacionado. La comunidad humana global incorpora y trasciende los Estados; los Estados incorporan y trascienden las regiones; las regiones incorporan y trascienden las ciudades, y estas las familias, hasta llegar a la persona. Lo individual da sentido a lo colectivo y lo colectivo potencia y trasciende lo individual.

Desde esta perspectiva holónica, se entiende muy bien que a un líder global se le exija proteger el bien común de la humanidad, que integra y trasciende todos los bienes comunes parciales y, por supuesto, el bien particular. Protegiendo el bien particular —como la salud de un enfermo de coronavirus— se protege el bien universal, y protegiendo el bien universal —la salud pública de la humanidad— se protege también el bien particular de cada ciudadano. Para poder custodiar el bien común universal hay que acercarse a la realidad con amplitud de miras, valorar el enriquecimiento que trae consigo la diversidad, admirar las diferentes culturas, esforzarse por entender a los demás, por razonar globalmente, por ser elemento de unión, de diálogo, de integración, sin imposiciones ideológicas. La defensa del bien común universal huye de muchos ismos: el populismo, el fanatismo, el fundamentalismo (religioso o secular), el intelectualismo, el partidismo y cualquier otro sectarismo.

Antes de desprenderse de los trajes, ya contaminados, los miembros de la UME Aracena (Huelva) los pulverizan con cloro y peróxido. Acaban de desinfectar el centro geriátrico, donde se habían registrado cinco casos positivos y dos defunciones | FOTO: Susana Girón

La antítesis del liderazgo global es la política del «America First», tan arraigada en Estados Unidos, que prioriza la parte —el país de la Coca-Cola— frente al todo —la humanidad—, sin advertir que el todo es mayor que la parte y además la determina. El liderazgo antiglobal y populista del «America First» conduce a un nacionalismo excluyente, a un unilateralismo desintegrador, a un proteccionismo insolidario y, en definitiva, a un aislacionismo colectivo

El líder global debe advertir que la realidad es holónica y no fragmentada, por más que las personas se hayan organizado en Estados, comunicado en diferentes lenguas y desplegado en múltiples culturas. Estados, lenguas y culturas han de integrarse dentro de una humanidad solidaria y, valga la redundancia, más humana. 

Por último, a un líder global se le debe exigir una integridad personal intachable. Esta honradez solo se consigue cuando la intención primordial o propósito último de su actuación política es servir a la humanidad desinteresadamente, sin obtener nada a cambio. Incluso el principio de reciprocidad, tan válido para los contratos y los mercados, es insuficiente cuando se aplica a las altas responsabilidades. Esta intención pura de servicio estuvo muy presente en los líderes anteriormente mencionados y llegó a revestir tintes dramáticos, mejor dicho heroicos, en quienes fueron asesinados: Gandhi, Martin Luther King y Romero. Los tres sabían perfectamente que sus vidas estaban amenazadas por el fanatismo ideológico y, a pesar de ello, perseveraron en sus respectivos esfuerzos de promoción de la justicia social. La intención pura de servicio, que emerge de las profundidades del alma, ilumina con claridad la toma de decisiones y otorga al líder la libertad necesaria para moverse en ambientes tensos, ante presiones furibundas y en escenarios dominados por la corrupción. 

Un militar del Ejército de Tierra de la base de San Fernando (Cádiz) realiza tareas de desinfección en la Hospedería Reina de los Ángeles (Aracena, Huelva) donde catorce ancianos contagiados por covid-19 se encuentran aislados | FOTO: Susana Girón

Se dice que los líderes nacen, pero los líderes globales también se hacen. Por eso, el papel de la educación a todos los niveles resulta primordial. Una educación abierta a la trascendencia, que promueve valores como la paz, la compasión, el respeto, el espíritu de servicio y la fraternidad universal, que nos enseña a pensar globalmente, analizando diversas perspectivas, que fomenta el diálogo intercultural e interreligioso, con un aprendizaje dirigido a la acción y práctica internacionales, sin duda contribuye sobremanera a colmar esta imperante necesidad de líderes globales. La humanidad se lo merece.