Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La visión tras el relato

Texto: Felipe Santos @ultimoremolino. Fotografía: ©Christophe Raynaud de Lage / Festival d’Avignon

El director ruso Kirill Serebrennikov descompone en narraciones paralelas el cuento El monje negro, de Antón Chéjov, para abrir el Festival de Aviñón de 2022.


En La visión tras el sermón, también conocido como La lucha de Jacob con el ángel, Paul Gauguin pintó en 1888 una escena en la que un grupo de campesinas bretonas, vestidas con trajes típicos a la salida de la iglesia, presencian una escena extraña. Un hombre con barba forcejea con un ser alado sobre el claro que se abre. La visión desataría el asombro, incluso el terror, pero el cuadro plasma un ambiente de recogimiento. Ninguno de sus personajes podría adivinar el sentido de todo aquello si no hubieran asistido al sermón previo, que habrá versado sobre la lucha de Jacob con el ángel, una historia que se encuentra en el Génesis. Gauguin lo presenta como una alucinación colectiva, una subjetividad conjunta que subraya en una carta a Van Gogh cuando aclara que «el paisaje y la escena de la lucha solo existen en la imaginación de las personas en la oración, después del sermón»

Algo similar quiso trasladar el director ruso Kirill Serebrennikov al patio de honor del Palacio de los Papas en Aviñón, como apertura del 76.º Festival de Teatro en julio de 2022. En El monje negro, un relato de Antón Chéjov, los tres personajes principales entremezclan sus aspiraciones y sus pensamientos en una narración cronológica y lineal. Esta adaptación a la escena, que se estrenó en Hamburgo hace un año, separa las subjetividades y nos cuenta la historia desde tres prismas diferentes, al que luego añadirá uno más.

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«El hombre es como un arbusto resistente al frío»

El padre de Tania, en la adaptación al teatro de El monje negro

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«Gracias, Andrei, por haber venido. En este lugar no estamos acostumbrados a los grandes sucesos. Aquí la vida transcurre apacible y monótonamente, sin ningún acontecimiento descollante. Siempre jardines, solo jardines y nada más que jardines». Tania agradece a Andrei Kovrin que haya decidido ir a visitarla a ella y a su padre, su viejo amigo Igor Semionovich. Los Pesotski lo reciben en el inmenso huerto de la propiedad, dedicado a la producción de frutas, trigo y cebada a los que su anfitrión se dedica con frenesí. Andrei tiene un trabajo intelectual, ha estado sobrecargado y esto le ha afectado a los nervios.  Arrastrado por sus esperanzas de libertad y grandeza, decide aceptar la invitación de Tania e ir a descansar al campo. Allí tendrá la visión de un monje negro, que lo visita varias veces para confirmarle el sentido de su misión y el alto designio al que ha sido llamado con su obra. Pero no todos entenderán al nuevo y enfebrecido Andrei. Cada uno tiene para él unos planes muy diferentes, mientras sigue recibiendo las visitas del monje y se desliza poco a poco hacia la locura.

El momento en la representación en el que aparece el monje negro en escena.

Chéjov era oriundo de Taganrog, una ciudad del óblast de Rostov, donde curiosamente también nació Serebrennikov. Su padre, Pável Yegórovich Chéjov, dirigió el coro de la parroquia y fue un devoto cristiano ortodoxo, pero violento y demasiado entregado al alcohol. Tuvo seis hijos —Antón era el tercero— a los que educó en una disciplina férrea que a veces adquiría rasgos despóticos, obligándolos a asistir al coro, a trabajar en el negocio familiar y a estudiar simultáneamente. No es extraño que la libertad y la independencia planeen sobre sus cuentos. Chéjov escribirá este relato quince años después de que Gauguin pinte su cuadro. Sobre Europa estará extendiéndose por aquellos tiempos la sospecha de que hay algo más que un mundo consciente y real, y que quizá ese mundo paralelo tiene mucho que ver con los sueños.

 

FICHA ARTÍSTICA

El monje negro, dirigido por Kirill Serebrennikov sobre un relato de Antón Chéjov. Espectáculo de 2 h 40 min en alemán, ruso e inglés subtitulado en francés. Del 16 al 19 de marzo de 2023 en el Théâtre du Châtelet de París. Una grabación de esta producción puede verse en la página web de arte.tv gratis hasta el 8 de julio de 2024.

 

Serebrennikov utiliza diversas artes (dramaturgia, cantos, coreografías y vídeos) para cuestionar la noción de libertad, dividida aquí entre la aspiración a la normalidad social y la búsqueda solitaria de la propia realización. Como les ocurre a los personajes chejovianos, nadie puede enorgullecerse de poseer la verdad. La misma historia contada por los diferentes protagonistas nos abre los ojos, como el observador que admira el cuadro de Gauguin

Y quizá está ahí uno de los hallazgos de esta puesta en escena: además de contemplar a los tres Andrei conversar entre ellos (el que Tania pretende que sea, el que imagina su padre más la propia autoconciencia de sí que tiene él mismo), el director añade un cuarto: la locura como personaje. En esta narración fragmentaria sobre lo real aparece representada en un Andrei que va quedando desnudo mientras intenta cubrirse el cuerpo de negro, en una escena que nos recuerda a otra vagamente familiar: «Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego sin más ni más dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco».

 

SOBRE EL DIRECTOR

No es la primera vez que hablamos de Kirill Serebrennikov en estas páginas. Hace pocos números (ver Nuestro Tiempo, n.º 713) lo presentábamos para analizar su personalidad artística a partir de la producción que hizo en Múnich de la ópera La nariz, de Shostakovich, pero la actualidad convirtió su perfil en un breve ensayo sobre las relaciones entre la cultura y el gobierno de Putin en los años previos a la invasión de Ucrania. Por aquellas fechas, el director ruso cumplía una pena de cuatro años de arresto domiciliario. Ya liberado y con su país enfrascado en una guerra y en reprimir duramente la oposición a ella dentro de sus fronteras, decidió irse a Berlín, donde ha fijado su residencia.