Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 718

Microbios nuestros de cada día

Texto Ignacio López-Goñi [Bio 85, PhD 89] es catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra y autor de @microBIOblogFotografía Ali Eminov

Émile Ouamouno vivía en la aldea  de Meliandou, en Guinea-Conakri (África occidental). El 3 de diciembre de 2013, con apenas dos años, comenzó a tener fiebre alta, vómitos y hemorragias internas. Él era el portador. El paciente cero del Ébola: uno de los virus más letales que se conoce y que amenaza la seguridad sanitaria mundial. ¿Estamos a merced de los microbios?


James Maury «jim» Henson fue un famoso productor televisivo estadounidense, conocido por ser el creador de The Muppets, los teleñecos. Falleció el 16 de mayo de 1990 a los 53 años de edad, debido a una infección causada por la bacteria Streptococcus pyogenes grupo A. Aproximadamente veinte horas antes había llegado por su propio pie a emergencias del hospital de Nueva York, sin ser consciente de lo grave que estaba.

Probablemente la primera idea que surge al pensar en microbios (bacterias, virus, hongos y protozoos) es la de enfermedad e infección. Y sí, es verdad que los microbios tienen su parte negativa —el lado oscuro de los microbios— y algunos de ellos son patógenos y causan enfermedades infecciosas, pero lo cierto es que los microorganismos patógenos no son muchos comparados con los millones de microbios que existen en la naturaleza.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren en el planeta unos cincuenta y nueve millones de personas. ¿De qué se muere la gente? Depende de dónde hayas nacido. Las cinco principales causas de defunción en países con altos ingresos económicos son (en orden de frecuencia): enfermedad cardiaca (corazón), enfermedad cerebrovascular (cerebro), cáncer de pulmón, alzhéimer u otras enfermedades neuronales, e infecciones respiratorias causadas por microorganismos.

Puede dar la impresión de que, gracias a los grandes avances científicos y médicos, a los antibióticos y a las vacunas, la mayoría de la gente no se muere ya de enfermedades infecciosas. Estas dolencias parecen haberse exterminado. Sin embargo, en los países subdesarrollados la situación es bien distinta, y la gente sigue muriendo a causa de infecciones respiratorias y diarreicas, por el virus del sida, enfermedades cardiacas y malaria.

Por lo tanto, la causa de muerte depende, y mucho, del lugar en el que se viva. En España, por ejemplo, la probabilidad de morir por una enfermedad infecciosa es menor del 10 por ciento, mientras que en Zimbabue (África) es superior al 75 por ciento.

En los países pobres, dos de cada tres niños menores de cinco años mueren debido a enfermedades infecciosas. En África, en concreto, un niño tiene dieciséis veces más posibilidades de morir antes de los cinco años que en Europa. Hay más fallecidos a causa de una vulgar diarrea que debido al sida o a la malaria.

Resistencia a los antibióticos.

A las estremecedoras cifras se suma la preocupación creciente por parte de las autoridades sanitarias debido a la proliferación de microorganismos resistentes a los antibióticos. Un grave problema de salud pública que afecta a cualquier persona de cualquier edad en cualquier país, y es que los microbios no distinguen fronteras, razas ni economías.

Desde que comenzó el uso generalizado de los antibióticos, en los años cincuenta, prácticamente todos los patógenos han desarrollado algún tipo de resistencia. Algunos requieren dosis cada vez más elevadas y otros se han hecho inmunes a todos los antimicrobianos conocidos. La resistencia a los antibióticos prolonga la duración de las enfermedades y aumenta el riesgo de muerte.

Cada año se describen unos 440 000 casos de personas infectadas por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, multirresistente a la isoniacida y a la rifampicina, dos antibióticos que se emplean para tratar la tuberculosis. Unas 150 000 personas fallecen cada año porque el tratamiento antibiótico no es efectivo, y la bacteria sigue su expansión. Ya se ha detectado y aislado en 64 países.

Neisseria gonorrhoeae, causante de la gonorrea —una enfermedad de transmisión sexual—, ha desarrollado resistencia a los antibióticos en un tiempo récord, y ya solo puede tratarse con las cefalosporinas denominadas de tercera generación, a las que también ha empezado a inmunizarse. De hecho, los expertos alertan que de no controlarse la extensión de la gonorrea, pronto no habrá tratamiento contra la enfermedad. Lo mismo sucede con las personas infectadas por Staphylococcus aureus —o estafilococo áureo, una bacteria con multitud de cepas resistentes a la meticilina, un tipo de penicilina—. Las personas que se infectan con este microorganismo tienen una probabilidad de morir un 64 por ciento mayor que los infectados por cepas no resistentes.

La ineficacia de los antibióticos dispara el costo de la atención sanitaria, porque alarga las estancias en el hospital y requiere de más cuidados intensivos. La resistencia al antibiótico carbapenem —último recurso terapéutico contra infecciones mortales por Klebsiella pneumoniae, una bacteria intestinal común— se ha extendido a todas las regiones del mundo. Esta bacteria provoca importantes infecciones hospitalarias —como neumonías, infecciones a recién nacidos y personas ingresadas en unidades de cuidados intensivos— en pacientes para quienes el antibiótico ya no es eficaz en la mitad de los casos. La baja efectividad de las fluoroquinolonas, uno de los antibacterianos más utilizados en el tratamiento de las infecciones urinarias causadas por Escherichia coli, también está muy extendida.

 

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