Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

No siempre es de noche en el slum

Texto y fotografías: Juan Cañada

La realidad de uno de los barrios más desfavorecidos de Nairobi a través del objetivo de Juan Cañada [Artes Liberales 99].

Niños camino del colegio del slum | Juan Cañada

NAIROBI [KENIA]. Mary es una madre joven de Sinaí, uno de los barrios más pobres de Nairobi, Kenia, a donde llegué en junio de 2019 para realizar un proyecto fotográfico y conocer su realidad social. Tiene sida y dos hijos, uno de ellos con autismo. Su marido desapareció hace tiempo. En su casa, un habitáculo de tres por tres metros, siempre anochece  porque no hay ventanas ni electricidad, cosa frecuente en el slum, donde lo más que algunos consiguen es robar la luz mediante unos cables que enganchan al tendido eléctrico. Todos los años se producen incendios debido a los cortocircuitos, y, con frecuencia, heridos o muertes al manipular los hilos de cobre. Desde esta parte del slum se escucha como en sordina la música estridente de un teleclub cercano, un local al que los vecinos van a ver la televisión. Mary vive las más de las veces de la caridad de amigos y vecinos o de asociaciones benéficas mientras lucha por resolver los problemas de su hijo con discapacidad.

Moses, mi contacto en Nairobi —con quien mantuve correspondencia varios años antes de mi viaje— ejerce desde hace más de una década de dinamizador social independiente en los barrios más pobres de la capital keniana. Cuando llegué a casa de Mary acompañado por él, la encontramos comiendo una especie de flan de harina de maíz. Su hijo escolarizado había desayunado en el colegio un puré de té y avena triturada y le habían dado para comer un plato de legumbres y espinacas. No vi ninguna mesa en la que se pudieran hacer los deberes. Tampoco estanterías con libros. Con la linterna del móvil de Moses solo se atisbaba un colchón de espuma que sirve de mesa, sofá, silla y cama en la que duermen todos los miembros de la familia.


Guardería de Luminary Academy | Juan Cañada

 

PREPARAR EL FUTURO

Además de dedicar su tiempo libre a ayudar a los demás, Moses es profesor en el Eastlands College of Technology, un centro de formación profesional promovido por el Opus Dei en 2003 cuyo fin es mejorar las competencias laborales de sus estudiantes y su formación humana. Acepté la invitación para asistir a una de sus clases de mecánica del automóvil. Varios de los alumnos, vestidos con sus mejores galas, esperaban su turno para hacer una entrevista de trabajo. Los jefes de talleres de coches de algunos concesionarios suelen acudir al college a contratar aprendices.

La formación en estos barrios constituye un motor para el desarrollo. Los padres no quieren que sus hijos acaben atados a las mismas calamidades que ellos, y aunque apenas disponen de recursos para la matrícula escolar, consideran que solo estudiando los jóvenes tendrán una oportunidad de conseguir un empleo digno.

También hay escuelas de primaria. Por iniciativa de unos profesores, sin ayuda pública y cobrando la miseria que pueden pagar los padres del slum, las conocidas como informal schools dan a los niños la mejor educación posible. Utilizan como aulas viviendas en alquiler, en ocasiones a precios abusivos, construidas con chapas metálicas y madera de desecho. Los pupitres y sillas están fabricados con tablas de contenedores, y la pizarra es una plancha de madera agujereada. En la época de lluvias las aulas se inundan con la basura que rebosa de la calle. 

Uno de estos centros es Luminary Academy, que como cualquier otro edificio del slum tiene poco de luminoso: no disponen de electricidad para iluminar las aulas y apenas entra luz natural, lo que hace prácticamente imposible que los alumnos vean la pizarra o su libreta. A los pocos días de mi visita, un grupo de voluntarios del Colegio Viaró de Barcelona sustituyeron varias planchas metálicas del tejado por unas claraboyas traslúcidas para mejorar el entorno de aprendizaje. 

 

Moses visita la escuela reformada | Juan Cañada

Thomas Mboya, director de Luminary Academy | Juan Cañada

 

Desde hace tres años colaboro con este programa de voluntariado dirigido a los niños más pobres de Nairobi aportando donativos que ofrecen mis compañeros del Banco Santander en Navarra para la compra de material escolar. Mi empeño surgió a raíz de un vídeo de la ONG granadina Agua de Coco en el que José Luis Guirao, su fundador, aparecía repartiendo unas pizarras en un poblado de Madagascar. Tras ver esas imágenes, en las que les advertía que tenían que cuidarlas y devolverlas al finalizar el curso, pensé que debería trabajar para que los niños de los slums de Nairobi pudieran escribir en unas libretas, con bolígrafos y lapiceros propios.

Thomas, el director del colegio, me contó que en esa zona hay más de 1.800 menores sin escolarizar. Muchos de ellos sufren violencia familiar, contrajeron el sida en el vientre de sus madres o padecen abusos y explotación. Otros son huérfanos a merced de las mafias, que los utilizan para trabajos no adecuados a su edad y no les permiten ir a clase.  

Es duro pensar en esos niños, en el futuro que les espera. Yo, como profesor asociado de Fotoperiodismo en la Universidad de Navarra, intento que mis alumnos aumenten su capacidad de observación, la visión profunda y auténtica de los hechos. Pretendo que descubran en el rostro de las personas los matices que explican su historia, su dolor, el paisaje del alma, el escenario de las acciones fundamentales de sus vidas. A mí la fotografía me ha servido para entender el mundo. Ojalá contribuya también a reforzar el compromiso con estos niños. 

 

Juan Cañada

jcanada@unav.es