Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Aprender para servir o servir aprendiendo

Texto: Redacción NT/ Fotografía: Cedidas

¿Puede contribuir la universidad a fortalecer el compromiso social de sus estudiantes?, ¿es posible integrar en una misma actividad el aprendizaje de contenidos académicos, competencias profesionales y valores cívicos? El Aprendizaje-Servicio abre las puertas del claustro y pone la educación superior al servicio de la comunidad: estudiantes que mejoran su formación mientras actúan sobre necesidades reales de su entorno.


Formar al universitario como persona, como profesional y como ciudadano. Para alcanzar esta triple misión la Universidad  de Navarra ha apostado por un cambio de la cultura docente que, según explica Concepción Naval, directora del Grupo de Investigación en Educación y Ciudadanía (GIEC), «ayuda a los estudiantes a saber, a saber hacer, a convivir y a ser».

La metodología de Aprendizaje-Servicio (Service Learning), consolidada en la educación superior anglosajona, permite a los universitarios adquirir contenidos curriculares a través de la participación en un servicio voluntario. Futuros arquitectos que reconstruyen una escuela en Kenia, futuros economistas que elaboran estudios de mercado para pymes, futuros educadores que dan clases de español a niños inmigrantes, futuros comunicadores que graban documentales solidarios para asociaciones y ONG, futuros nutricionistas que imparten sesiones de actualización a manipuladores de alimentos... 

Todas estas experiencias reales de los alumnos de las diferentes facultades y escuelas comparten una misma esencia: forman y transforman. Son proyectos que inciden directamente en el desarrollo de las personas —elevan su nivel de conocimientos, les ayudan a tomar conciencia de los retos actuales y les capacitan para darles respuesta-—, al tiempo que contribuyen a mejorar la realidad. De este modo, como señala Naval, el aprendizaje adquiere sentido cívico: «El servicio se convierte en un taller de valores y saberes; y los estudiantes, en agentes de cambio, dispuestos a trabajar activamente para crear un mundo más justo».

Una nueva forma de enseñar y de aprender. Sin duda, el Aprendizaje-Servicio favorece la adquisición de las competencias técnicas específicas de cada grado, pero también refuerza el entrenamiento de las competencias transversales «que deben desarrollar todos los alumnos para ser buenos profesionales». Destrezas como pensamiento crítico y reflexivo, toma de decisiones, trabajo en equipo, comunicación y negociación, resolución de problemas e iniciativa multiplican, asimismo, las posibilidades de inserción laboral, pues figuran entre las más demandadas por los empleadores. 

La implementación de este enfoque supera el modelo pedagógico tradicional: no basta con que el profesor transmita información en las aulas, sino que los estudiantes deben protagonizar su proceso de aprendizaje. «Investigan y diagnostican problemas de su entorno, definen objetivos, diseñan proyectos, los ejecutan y los evalúan. El docente los acompaña en este trayecto y aprende con ellos», resume   Natalia Verea, investigadora del GIEC. 

Para profundizar en esta práctica de innovación docente, incardinada en el Horizonte 2020 de la Universidad, el 29 de septiembre tendrá lugar una jornada donde profesores, alumnos, socios comunitarios y otros beneficiarios transmitirán su saber y experiencias. Porque, en palabras de la profesora Naval, «se entiende bien el Aprendizaje-Servicio cuando sabemos ver la última calle del último barrio de nuestra ciudad como universidad».