Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

“Es muy gratificante hacer proyectos extraordinarios con un presupuesto modesto”

Texto Isabel Solana [Com 04]Fotografía Villar López y Eduardo Tello [Arq 11]

Bohlin compartió secretos y reflexiones con doce profesionales que participaron en un taller de la Cátedra Madera en la Catedral de Pamplona.


Peter Bohlin conversa en voz baja; no necesita hablar alto sobre sus proyectos. Ha ganado 490 premios y cuenta con el reconocimiento del público: su Apple Store de la 5ª Avenida (Nueva York) es una de las veinte estructuras más fotografiadas del mundo.

¿Es posible hacer buena arquitectura en tiempos de crisis?
Se pueden hacer proyectos extraordinarios con un presupuesto modesto y, además, es muy gratificante. En nuestro estudio no sólo diseñamos grandes obras como la casa de Bill Gates o la sede de Pixar; ponemos el mismo empeño en encargos más pequeños que también nos resultan muy interesantes. Por otro lado, no siempre partimos de cero: en ocasiones trabajamos sobre edificios que ya existen para darles un mejor uso. Nos resulta muy satisfactorio devolver la vida a lugares que, de algún modo, habían muerto y ponerlos otra vez en valor.

¿Insinúa que recesión y éxito no están reñidos?

La clave está en buscar nuevos modos de hacer las cosas y continuar perseverando, incluso en tiempos de dificultades. Un claro ejemplo es Apple. Cuando comenzamos a trabajar con Steve Jobs para diseñar las tiendas de su firma, la economía atravesaba por un bache. Aunque muchos creían que Steve fracasaría, supo ver las oportunidades que se le planteaban y consideró que era el momento adecuado para lanzar sus productos. Debemos imitarle y mirar hacia delante.

¿Cuál es la clave para diseñar un buen edificio?
No tratamos sólo de crear edificios, sino espacios que funcionan. Es fundamental comprender la naturaleza más profunda y el espíritu del cliente, descubrir las características que le hacen único. En el caso de una compañía, tenemos en cuenta los productos que vende, así como lo que el público piensa y siente acerca de ella, y cómo se interrelacionarán las personas dentro de ese lugar. Por otro lado, también hay que comprender la cultura en la que se enmarca el proyecto, desde el modo de entender la vida hasta los hábitos. Por ejemplo, en algunos países la gente mira los objetos en sentido contrario de lo que lo hacemos en Occidente. Y en China llama la atención su orden. Cuando abrimos la tienda de Uniqlo en Shangai, 75.000 personas acudieron a la inauguración. A diferencia de lo que hubiera ocurrido aquí, no se empujaban: se ponían en dos líneas de tres o cuatro personas de ancho y marchaban. Hablar con la gente para la que trabajas te ayuda a descubrir estas cuestiones.

¿Esa filosofía fue el motivo por el que Apple les pidió que proyectaran sus tiendas?
Nos llamaron porque consideraban que hacemos edificios grandes muy buenos y casas magníficas. Pienso que se referían a que cuidamos los detalles y que nuestras obras encajan con la identidad de cada firma o familia. En su caso, hacen objetos con diseños hermosos y con sistemas operativos que funcionan bien, y se trata de reflejarlo en sus centros. Por otra parte, sus productos evolucionan y cambian, así que procuramos que el espacio sea flexible.

¿Cuánto tiempo reflexionan sobre estos aspectos antes de empezar el proyecto?

Se necesitan unos seis meses para forjarte una buena idea general, después centrarte en los grandes temas y, por último, pensar en los detalles. Pero la realidad es que no disponemos de tanto tiempo y eso te exige ser ágil, hábil y despierto, y pensar continuamente en lo que te ha transmitido el cliente en las reuniones que has mantenido con él.  En ese sentido, hay que mirar al futuro y valorar las consecuencias de lo que vas a hacer.

¿Alguna vez ha rechazado un proyecto porque no creía en él?

Sí. En ese caso, contesto que estoy muy ocupado y que no puedo realizarlo. No obstante, a veces miras atrás en el tiempo y te arrepientes de no haber aceptado algunos encargos.

Ha recibido cerca de quinientos premios a lo largo de su carrera. ¿Qué considera más importante: el reconocimiento de los colegas o el del público?
La satisfacción de la gente que realmente usa nuestros edificios. Pero los premios también tienen valor porque te abren puertas, especialmente cuando proceden de otros arquitectos. Por ejemplo, en Denver estamos construyendo un gran edificio para la Escuela de Minas de Colorado, que ocupa un lugar destacado en su campus, y nos hemos integrado en el proyecto gracias a un arquitecto que nos invitó a trabajar con él. Su estudio quería sacarlo adelante, pero la universidad les aseguró que sólo se lo adjudicarían si iban de la mano de un arquitecto de renombre.

Hasta lograr un prestigio ganado a pulso ha recorrido una larga trayectoria. ¿Qué destacaría de sus comienzos que sirva a los jóvenes arquitectos?
Es crucial no perder el espíritu. Cuando me gradué, me fui a una ciudad pequeña; en apariencia era una tontería, pues no era el camino habitual. Pero funcionó. Preferí no irme a una de las grandes capitales porque pensé que podría empezar antes a construir edificios. No me preguntaba si serían buenos o no: tenía confianza en lo que hacía. Uno tiene que apostar por lo que considera importante, como buscar oportunidades laborales en el extranjero. Los jóvenes no deberían perder la esperanza. Es fácil decirlo, pero creo que nuestra economía no nos golpeará tan fuerte si persistimos.

Como ha señalado, esa persistencia requiere nuevos modos de hacer. ¿En qué aspectos debe repensarse la arquitectura?
Debemos reflexionar sobre la eficiencia energética y utilizar los materiales de forma más sabia y frugal. Esto último es muy importante porque muchas culturas se están destruyendo por la forma en la que obtenemos dichos materiales, ya que afecta directamente a sus territorios. Otro aspecto fundamental es cómo lograr que la gente se comporte e interactúe de forma más eficiente en los edificios. Los retos mejoran las cosas si se elige el buen camino para afrontarlos.