Inteligencia emocional
El Clásico
Daniel Goleman Kairós, 1996 520 páginas, 17,31 euros.
Solemos distinguir entre personas rápidas, sagaces, astutas, que logran leer los hechos y efectos de la vida y se manejan a la perfección por sus complicaciones, y, enfrente, personas que atesoran conocimientos técnicos en una o más materias.
Incluso se tiende a premiar a unas y arrinconar a otras. Sorprende, por ejemplo, que alguien con una capacidad intelectual fuera de lo común no consiga alcanzar lo que la sociedad entiende por éxito. O, dicho de forma simple, por qué un expediente deslumbrante no es garantía de alcanzar determinado estatus profesional.
El verdadero triunfo exige comprender los propios sentimientos y los de los demás, habilidades para desenvolverse en las relaciones con los otros en todo ámbito, encontrar motivación, rehacerse de las decepciones, manejar la impulsividad, evitar que los contratiempos disminuyan la capacidad de pensar... Esa parte del talento se denomina inteligencia emocional, y quien se adentre en este campo llegará al manual de 1995 con medalla de clásico del californiano Daniel Goleman (1945).
Emotional Intelligence fue un rápido superventas y no solo convirtió a este psicólogo y periodista en un gurú de la materia, sino que cambió la percepción de la inteligencia hasta conseguir que las emociones sean la columna vertebral de la gestión de personas e, incluso, de la formación académica. Aunque el término no lo acuñó él —Peter Salovey, de Harvard, y John Mayer, de la New Hampshire, lo habían utilizado en 1990—, Goleman explica en su ensayo las conexiones entre inteligencia emocional —la mente de las emociones, la que instantáneamente actúa— y coeficiente intelectual —la mente racional, más lenta— y cómo esta relación permite modular la emotividad.
Probablemente, la mayor aportación de Goleman sea que la inteligencia emocional puede entrenarse. En esta habilidad que considera «esencial para la felicidad» se crece en varios tramos: tomar conciencia de uno mismo —saber qué sentimos y por qué—, ser positivo y no perder la calma ante los contratiempos, y desarrollar la empatía para entender las emociones de quienes tenemos cerca. Es cuestión de ponerlo en práctica. De ayudarnos. De aprender a ayudarnos.
Álvaro González Villarreal