Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Reencontrarse con la poesía

Texto: Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor 

Poemarios de dos profesores de esta Universidad —don Luka Brajnovic y Miguel d’Ors— salen nuevamente en busca de más vida con lectores leales desde hace años y para ganar jóvenes a quienes se les conmuevan las entrañas leyendo poesía.


En su madurez, el profesor Joaquín Marco señaló que en los tres primeros tercios largos de la literatura del XX, y con tendencia más marcada a partir del Modernismo literario, en las letras hispanas se habían producido dos fenómenos considerables. Con consecuencias poderosas, además. 

Uno, la progresiva especialización de la poesía y la pérdida del público general. Es decir, la poesía se estaba haciendo minoritaria. Por la ideología que empapaba los papeles, por su hermetismo, que hacía difícil comprender directamente los versos, por su lenguaje extraño y distante. Las masas, entonces, o lo que debamos entender por las masas, aceptaron mejor la novela. 

El otro amplio fenómeno se resumía en que se habían desmoronado bastantes de los postulados que perduraron durante siglos: la poesía se quitaba de encima la rima y lo que en aquellas fechas se concebía como ataduras viejas, para preferir alborotarse en el verso libre y en las nuevas jerarquías de escribir sin estorbos. Se iba a revolucionar el lenguaje poético. No solo se transformaban la psicología, la pintura, la medicina, el pensamiento, la arquitectura, la música con apellidos célebres como los de Freud, Picasso, Einstein, Gaudí, Lloyd Wright o Shönberg… También la poesía contaba con innovadores: Neruda, T. S. Eliot, Pessoa, César Vallejo, Wallace Stevens.

Quizá cueste sumergir el alma leyendo versos como estos: «Es preciso cruzar los puentes/y llegar al rubor negro/para que el perfume de pulmón/ nos golpee las sienes con su vestido/de caliente piña». Quizá se ahogaba al alma. Y de eso se trata.

Por fortuna, el catálogo de poetas en lengua española de los últimos ciento y pico años acumula nombres extraordinarios y de todas las tallas: Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Alejandra Pizarnik, don Antonio Machado, Borges, Lorca, Miguel Hernández, Alberti… Los tengo detrás de mí, arropándome, en las baldas atiborradas de mi biblioteca y he escrito los nombres de quienes me sé de memoria alguna pieza suya. 

Hablo hoy de dos poetas claros que conocieron las transformaciones artísticas y las vanguardias, y las enseñaron, y que han vivido las trincheras de la aventura de escribir cuerpo a cuerpo. Dos sensibilidades que ponen por encima de la habilidad la emoción y que reflexionaron sobre el acto poético y la escritura lírica. Coincide además que ambos fueron profesores míos de Literatura en la Universidad de Navarra

Veo todavía a un joven Miguel d’Ors trazar en la pizarra el recorrido del Cid en su cantar de gesta. Y hablándonos de la altura literaria del pasaje donde retrata la entereza de la hermosa mujer mora del Libro de buen amor, que no cede a las maniobras y añagazas de Trotaconventos. También le vi recitar en el Colegio Mayor Larraona. Los poemas que leyó están en las Poesías completas 2019 que Renacimiento ha recopilado, empezando por el —de momento— último de sus catorce libros, Manzanas robadas. El tomo fija con exactitud los versos: son el verdadero original, limpio de deturpaciones. Y sus páginas «Preliminares» trazan una valiente confesión. Renacen la celebración de la vida y la naturaleza, la alabanza colmada de fe, la morriña por alguien y lo de antes, las fidelidades de este poeta «inteligente, tierno y divertido». Inolvidables «Nocturno (frustrado)», «Todo ocurrió para que tú nacieras», «Avecedario», «Olivia», «Fatum», «Himno»… Cada cual pone los suyos.

A don Luka Brajnovic jamás lo olvidaremos. Croata, periodista, escritor, docente sabio, maestro de una treintena de promociones de Periodismo, hombre lleno de bondad que sabía qué tiene dentro el amor. La suerte nos ofrece reencontrarnos con poemas suyos en Desde la rebeldía, una selección de su talento. «Tich», «Cristo de un escaparate», «La primera mañana del exilio» se quedan para siempre. Y porque «Todo tiene su sentido» y «todo su pregunta», como decía él, llevamos a don Luka hecho palabra nuestra.

Según insiste el profesor García-Jurado, quienes preguntan para qué sirve la poesía no suelen plantearse para qué sirve un tatuaje o para qué un partido de fútbol o el ácido hialurónico. Sirve, al menos, para estremecerse. Y reencontrarse.