Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

A problemas mundiales, soluciones coordinadas

Texto: José Luis Álvarez, profesor de Economía. Fotografía: Susana Girón

Se han establecido paralelismos entre la crisis actual y las grandes catástrofes naturales, con las guerras más cruentas o con los mayores cataclismos financieros, como los de 1929 o 2008. Sin duda, es posible extraer algunas lecciones útiles de lo acontecido en esas circunstancias dramáticas. Pero ahora estamos ante algo distinto.


Este año la recesión alcanzará tanto al grupo de los países desarrollados como al que forman las naciones emergentes y en vías de desarrollo. Presumiblemente, los primeros verán caer su PIB en un 8 por ciento; los que se encuentran en vías de desarrollo un 3 por ciento; y la economía mundial un 5 por ciento. Se espera asimismo que 170 países sufran retrocesos de su renta per cápita. Se perderán millones de empleos. El golpe será mucho mayor que en 2009; entonces el PIB mundial retrocedió solo un 0,1 por ciento, pero lo hizo por la recesión de los países desarrollados, porque los emergentes, aunque poco, crecieron. Este escenario nos recuerda que existen riesgos que aceptamos al vivir en un mundo globalizado, hiperconectado. Varios de ellos se han materializado en los últimos meses. Por un lado, el coronavirus se ha aprovechado de los grandes flujos internacionales de personas para alcanzar a casi todos los países del planeta. Por  otra parte, el cierre de la actividad productiva en un número creciente de economías ha expandido el efecto recesivo de esas medidas con el colapso del comercio internacional. Muchas empresas han sufrido la caída de la demanda de sus clientes y la falta de suministros de sus proveedores, y han visto así imposibilitada su actividad normal.

En el nuevo paisaje hogareño, las casas se han reconvertido en escuelas y centros de trabajo. En esta familia de Jabuguillo (Huelva), Sáhara y Kelthum estudian y siguen online las clases del colegio mientras Loli, su madre, resuelve sus dudas a la vez que ejerce su trabajo de periodista. Todos en la misma mesa del salón | FOTO: Susana Girón

Los Gobiernos, en parte por la experiencia y por los errores de la crisis de 2008, se han lanzado a socorrer a los hogares y a las empresas con importantes medidas de política fiscal expansiva. En muchos casos, su eficacia será reducida, bien por las limitaciones que constriñen a algunos dirigentes, por ejemplo a los de los países en vías de desarrollo, con difícil acceso a financiación externa; bien por un diseño desacertado o una implementación defectuosa. La consigna ha sido atender a los más golpeados por la crisis y proteger todo lo posible el tejido productivo, para así minimizar daños y facilitar una recuperación más rápida. Los bancos centrales han acudido al rescate con toda su potencia de acción, con inyecciones masivas de liquidez y bajos tipos de interés. La gran pregunta es si esto será suficiente. 

Por desgracia, no hay una respuesta positiva clara. La incertidumbre sigue siendo elevada. Estamos a merced del comportamiento epidemiológico del virus y de lo eficaz que sea nuestra respuesta mediante las medidas de contención o con el avance en el desarrollo de tratamientos y vacunas. Un rebrote severo, por ejemplo, sería enormemente dañino. Golpearía a una economía ya muy debilitada y con menor capacidad de actuación de las autoridades. Varios Gobiernos han llegado a esta crisis habiéndose endeudado mucho durante la última década. A esto hay que sumar el hecho de que la crisis actual ha provocado nuevas escaladas de las ratios de deuda pública, de modo que ha menguado el margen para elevar el gasto público e incurrir en nuevos déficits.

Las peticiones de ayuda de familias vulnerables ya han superado las de la crisis de 2008. Esther y Andrés tienen cuatro hijos y están desempleados. La Cruz Roja de Nerva (Huelva) les entrega un lote de comida que ellos recogen agradecidos. La crisis sanitaria no detuvo acciones sociales como el reparto de alimentos o el servicio de compras y farmacia para mayores | FOTO: Susana Girón

Independientemente de esta incertidumbre más inmediata, la pandemia también ha abierto interrogantes en torno a su influjo en las grandes tendencias de la economía mundial a largo plazo. Es posible que asiente o acelere algunos de los cambios que se estaban produciendo antes de su llegada,  tales como la digitalización o cierto retroceso en la globalización. El alto nivel de endeudamiento público al que antes se hacía referencia es una de las realidades que está aquí para quedarse. Como también lo es la de los gigantescos balances de los bancos centrales, resultado de sus billonarios programas de compra de activos.

La experiencia que estamos viviendo, con una transición repentina al teletrabajo y a otras soluciones tecnológicas con las que salvar la distancia social, sugiere que la automatización y la digitalización avanzarán a partir de ahora con mayor rapidez en muchos ámbitos de nuestras economías y sociedades. Esto puede llevarnos a una globalización más profunda. Pero será interesante comprobar si el empuje tecnológico superará a otras fuerzas desintegradoras de la economía global. Hemos contemplado el recurso a medidas proteccionistas por la urgencia para disponer de los materiales sanitarios más necesarios en el pico de la pandemia. Que China y Estados Unidos, enfrentados por una guerra comercial, hayan vuelto a chocar con acusaciones mutuas sobre el origen, la expansión y la lucha contra la pandemia supone un nuevo peligro para el comercio internacional; un peligro al que hemos de sumar que muchas empresas van a preferir acercar geográficamente los diferentes eslabones de su cadena de valor, para estar menos expuestas a riesgos de desabastecimiento como el provocado por la difusión del virus. Por último, tendremos que ver si las tensiones surgidas de esta crisis no contribuyen a exacerbar las derivas populistas que eran evidentes en distintos lugares del planeta y que no suelen conducir, precisamente, a la adopción de buenas políticas económicas.

Las incertidumbres son muchas. Las familias arrostran un panorama preocupante, que les obligará a ser prudentes en sus decisiones de gasto, ahorro e inversión. Pero pensemos que también son múltiples las oportunidades. La crisis ha hecho salir de su zona de confort a numerosas  personas, empresas y organizaciones. Hemos sido testigos de nuestra propia capacidad de respuesta y adaptación. En la rapidez con que los científicos han descubierto secretos de un virus desconocido hasta hace unos meses hemos comprobado de qué forma la cooperación y la coordinación internacional pueden ayudarnos a todos a resolver problemas comunes. Ahora deberíamos aprovechar todo esto y empeñarnos en buscar salidas coordinadas a la situación actual; salidas coordinadas que nos coloquen en una mejor posición para afrontar los retos del futuro. La sostenibilidad medioambiental y social de nuestros modelos económicos y de la globalización o el proceso de envejecimiento poblacional son ejemplos de desafíos que siguen ahí, esperando a recuperar el sentido de urgencia que la pandemia les ha arrebatado. Podemos hacer que la «nueva normalidad» sea una mejor normalidad. Pero hay que ponerse a trabajar en ello desde hoy.