Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El defensor de la fe

Redacción NT.

El 25 de marzo de 1977, Pablo VI ordenó a Joseph Ratzinger arzobispo de Múnich y Freising. Tenía 49 años. Después de casi un siglo se convirtió en el primer sacerdote secular al frente de la gran diócesis bávara que, con dos millones de fieles, era la segunda de Alemania.


Joseph Ratzinger eligió como lema episcopal “Colaborador de la verdad” y explicó las razones: “Por un lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando en juego era permanecer al servicio de la verdad. Y, por otro, escogí este lema porque en el mundo de hoy la verdad es acallada casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre. Sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona”. 

Apenas cuatro meses más tarde, Pablo VI lo creó cardenal. Por tanto, vivió el llamado “Verano de los tres Papas”: la muerte de Pablo VI; la elección y fallecimiento de Juan Pablo I y el nombramiento de Juan Pablo II. Su amistad con Karol Wojtyla, al que ya conocía, aumentó durante los dos primeros años de pontificado. Pese a tener caracteres y trayectorias distintas, se entendieron a la perfección: ambos querían enseñar y defender la fe. 

Juan Pablo II lo eligió en 1981 como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo de importancia vital para la Iglesia. Habían pasado dieciséis años desde el final del Concilio y la crisis interna era profunda. La elección de Juan Pablo II había sido, por su juventud y carisma, un soplo de aire fresco para los católicos, pero también origen de fuertes críticas en los ambientes más secularizados.

La doctrina católica estaba muy cuestionada y la misión del prefecto Ratzinger era reafirmarla. En especial en temas controvertidos como la Teología de la Liberación, la moral sexual, la desobediencia a la autoridad eclesial o la Teología de las religiones.

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