Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Investigación al servicio de las "enfermedades desatendidas"

Texto Chus Cantalapiedra [Com 02] Fotografía Ismael Martínez Sánchez [Com 96] / ONAY

El mundo de la investigación médica esconde una paradoja llamativa: el 90% de los recursos se destinan a tratar de resolver un 10% de los problemas de salud del planeta. Y viceversa: el 90% de las patologías sólo se benefician del 10% de los medios. Las llamadas “enfermedades tropicales desatendidas” afectan a más de 1.200 millones de personas de todo el mundo. El Instituto de Salud Tropical de la Universidad de Navarra nació hace medio año con el propósito de aliviarlas y de cambiar los porcentajes de la paradoja.


Hace ahora un año, el 14 de octubre de 2010, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el primer informe sobre la reducción del impacto mundial de las enfermedades tropicales desatendidas (ETDs). La directora general de la OMS, Margaret Chan, afirmó entonces que, a pesar de que el informe recoge un catálogo de enfermedades que afligen a la humanidad desde hace mucho tiempo, es posible derrotar las enfermedades tropicales desatendidas. “Se han hecho progresos decisivos gracias a que se ha demostrado que un solo fármaco es eficaz frente a varias enfermedades, que se pueden administrar conjuntamente y sin problemas varios antiparasitarios y que se pueden utilizar servicios simples para distribuir múltiples intervenciones”. 

En su discurso, Margaret Chan destacó que el éxito es el resultado de varias aportaciones: la financiación, la donación de medicamentos, la actuación sobre el terreno, la experiencia y los conocimientos de las autoridades sanitarias de los países endémicos y la investigación. Y dijo: “Teniendo en cuenta la antigüedad de estas enfermedades, algunos de los progresos recientes son impresionantes. Si seguimos mejorando y ampliando nuestra acción, algunas de estas enfermedades podrían eliminarse de aquí a 2015 y otras de aquí a 2020”. 

El objetivo de la OMS es en realidad un objetivo mundial. Durante la cumbre del Milenio celebrada en el año 2000, los 191 Estados Miembros de las Naciones Unidas acordaron que para el año 2015 deberían conseguir mejorar la vida de las personas más pobres. Para ello fijaron unos objetivos que denominaron los Objetivos del Desarrollo del Milenio. 

El informe de la OMS recoge un análisis detallado sobre la epidemiología, el coste económico y el coste de las intervenciones de las 17 enfermedades tropicales desatendidas, que se extienden por 149 países. El área más afectada la forman el África Subsahariana, Asia y América Latina. Más de 1.200 millones de personas en todo el mundo están discapacitadas o tienen deficiencias graves por la imposibilidad de que se les suministre vacunas o se les realice revisiones que prevengan las enfermedades. Unas cifras que reflejan la magnitud del problema que se extiende en espacio y tiempo, por mucho que la situación haya mejorado. 

La pobreza y las enfermedades son un lastre con el que cargan los países en vías de desarrollo y del cual les resulta muy difícil desprenderse. Principalmente porque son un círculo vicioso: la falta de salud repercute en su desarrollo económico y ello les lleva a tener dificultades para salir de la pobreza; y al revés, la miseria y las condiciones en las que viven hacen que estén expuestos a un continuo riesgo de contraer enfermedades. Según la OMS, cada tres segundos muere una persona en el mundo por causas relacionadas con la salud y la pobreza. A eso se le une que hay escasos centros nacionales o internacionales de atención sanitaria para desarrollar programas de control, prevención, diagnóstico, tratamiento e investigación. 

Tanto desde los sectores públicos como desde los privados se invierten cada año en investigación sobre problemas de salud miles de millones de dólares. Sin embargo, al ahondar en estas inversiones también sale a relucir lo que comúnmente se conoce como ‘Desequilibrio 10/90’: tan solo el 10% de los recursos disponibles va destinado a investigar el 90% de los problemas mundiales de salud. La mayor parte de investigación que se realiza en España y Europa se dedica a estudiar las enfermedades que afectan a los países desarrollados como son el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o las enfermedades neurodegenerativas. La Universidad de Navarra, consciente de la importancia de apostar por una investigación que mejore la salud de los países más empobrecidos y erradicar una serie de enfermedades, que suponen una amenaza para buena parte de la población mundial, ha reforzado las investigaciones que hasta ahora venía realizando en el ámbito biomédico en algunas patologías tropicales y ha creado un centro específico para ellas. En marzo de 2011 nacía el Instituto de Salud Tropical (IST) de la Universidad de Navarra. 

Al frente del nuevo Instituto se encuentra su director, Paul Nguewa, quien asegura que el mayor reto del nuevo centro es poder dar esperanza a las personas que viven esta situación: “Las enfermedades tropicales se desarrollan en países con pocos recursos y donde la esperanza de vida se halla entre los 50 y 60 años. Esto supone que una persona de un país pobre terminará de estudiar una carrera y comenzará a trabajar, en torno a los 25 años, como cualquier persona de un país occidental. Sin embargo, entre ambos hay una importante diferencia: el joven del país en vías de desarrollo se encuentra en la mitad de su vida. Una persona en Occidente no piensa que le queda la mitad de su vida cuando alcanza los 25, sino que piensa en trabajar, en formar una familia, en dejar de trabajar en torno a los 65 y después aún le quedan otros veinte años. Mientras que una persona que muere a los cincuenta, cuando está en la Universidad tiene la misma visión de la vida que un jubilado”.

Otro desafío es abordar las enfermedades emergentes en España y otros países desarrollados. En efecto, como consecuencia de la mayor movilidad (por negocios, turismo como viajes de novios, cooperación social), de los cambios climáticos y de las alteraciones que introduce el hombre en el medio ambiente, existe en España un surgimiento de las enfermedades emergentes. Desde el IST se pretende asesorar en medidas que se puedan tomar antes, durante y después de viajes en regiones en desarrollo.

Socorro Espuelas, responsable del grupo de investigación de leishmaniasis del IST afirma que la investigación en enfermedades parasitarias o tropicales, no tanto de carácter básico (biología del parásito) sino sobre todo aplicada (nuevos tratamientos), “ha quedado marginada, no solo por falta de inversión económica, sino también por su menor capacidad para traer capital humano interesado en especializarse en esta área del conocimiento”. “Por otro lado –dice–, es cierto que la lucha y la erradicación de las enfermedades olvidadas requieren opciones de tratamiento baratos, fáciles de administrar y accesibles para la población afectada. Sin embargo, esto no significa que la investigación deba ejecutarse con pocos recursos materiales ni que no deban ponerse al servicio de su investigación las herramientas científicas y tecnológicas más innovadoras. Los países pobres no pueden quedar al margen de cualquier revolución tecnológica”. 

Leishmaniasis, chagas y brucelosis. El Instituto de Salud Tropical cuenta con un presupuesto de 1,5 millones de euros al año. Dispone de tres unidades divididas en cinco laboratorios para el estudio de enfermedades parasitarias, bacterianas y víricas. Actualmente se estudian tres patologías: leishmaniasis, enfermedad de Chagas y brucelosis. Aunque en un futuro está previsto aumentar el número de ellas. “Se eligieron estas tres porque la Universidad ya tenía experiencia en ellas. Tres es un buen número para empezar, pero no resulta suficiente”, explica Nguewa. Actualmente hay otras enfermedades que se estudian en la Universidad que es probable que se integren en el Instituto en un futuro.

El nuevo centro tiene su sede en la Facultad de Ciencias de la Universidad, pero ya planifica su traslado a un nuevo edificio: tras el acuerdo en marzo entre la Universidad, el Gobierno de Navarra y la Fundación para la Investigación Médica Aplicada, será uno de los tres nuevos centros de investigación (junto con los de Nutrición y Bioingeniería) que se instalará en la sede actual del IES Donapea, cercanos a los comedores universitarios, a pocos metros del campus. 

Fortalezas. Uno de los puntos fuertes del Instituto es su personal. El número de investigadores asciende a una treintena y trabajan en equipos multidisciplinares (médicos, biólogos, bioquímicos, farmacéuticos, ingenieros, técnicos especialistas y otros profesionales). Está previsto que esta cifra se incremente a medida que vaya creciendo también el centro: dentro de dos años el número de personas alcanzará el medio centenar.

Actualmente el nuevo Instituto de Salud Tropical de la Universidad desarrolla su actividad en colaboración con 22 centros de investigación médica, hospitales y universidades en 17 países. Muchos de ellos se encuentran en zonas tropicales, de manera que ellos mismos son los máximos conocedores de las consecuencias de las enfermedades y de los beneficios de la investigación. Hacia ellos realizan una verdadera transferencia de tecnología, además de apoyo para la formación de sus investigadores y personal sanitario. Paul Nguewa considera que una de las mejores formas de prevenir y erradicar las enfermedades tropicales es apoyándose en la formación, por eso ayudan a muchos centros mostrándoles técnicas de diagnóstico rápido de enfermedades, enseñándoles a investigar, a recoger muestras biológicas, a tener rigor científico o incluso a instaurar una cultura de la higiene.

La investigadora y responsable del grupo de leishmaniasis del Instituto de Salud Tropical, Socorro Espuelas, destaca la apuesta de la Universidad por realizar una investigación que piense en generar productos que sean aceptables por la población y afirma que constituye un reto en la investigación de las enfermedades tropicales: “Hacen falta no solo conocimientos científicos sino también de sus normas culturales y de comportamientos. Por ello es necesario sumergirse en la vida de la población y países afectados”. 

Además, la doctora considera que a la hora de investigar una enfermedad tropical se plantean otros retos. El primero deriva de la complejidad de la biología celular y molecular del parásito. Otro es la falta de incentivos e inversión para investigación e innovación en el tratamiento de estas enfermedades, “aunque esto poco a poco está cambiando gracias al compromiso de algunas empresas farmacéuticas, a la creación de fundaciones privadas o público-privadas sin ánimo de lucro”, dice. Y finalmente encontrar personas decididas a dedicarse a la investigación en enfermedades olvidadas “ya que encuentran que esta elección hace todavía más incierto su futuro profesional”.

Saberes compartidos. Tanto la investigación como la formación que el Instituto de Salud Tropical ofrece está avalada por la experiencia del campus biomédico de la Universidad de Navarra: las facultades de Medicina, Farmacia, Enfermería y Ciencias; la Clínica Universidad de Navarra; el Centro de Investigación Médica Aplicada y la Escuela de Ingeniería, con las que trabaja de forma multidisciplinar. Además, los avances y métodos empleados durante más de diez años en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA), para el estudio de las enfermedades del mundo desarrollado le han servido al IST como modelo de investigación biomédica. El IST también desea trabajar con el grupo de Pobreza y Desarrollo del Instituto de Ciencias Sociales. En el fondo –dice su responsable –no es más que un traspaso y puesta en común de saberes diferentes en beneficio de los más débiles. “Algo propio del espíritu universitario”, concluye Nguewa.

 

Chagas

La enfermedad de Chagas, también llamada tripanosomiasis americana, está causada por un protozoo llamado Trypanosoma cruzi. Se transmite a las personas a través de la picadura de insectos conocidos como vinchucas o chinches picudas: viven en las grietas de las paredes y techos de las viviendas construidas con ladrillos de adobe, ramas y paja, de donde salen para alimentarse de sangre. La enfermedad de Chagas también puede transmitirse por transfusiones de sangre, de madres a hijos durante el embarazo y a través de trasplantes de órganos o por la ingesta de alimentos contaminados. “Por suerte no se transmite por contacto directo con las personas”, asegura Silvia Pérez Silanes, responsable del grupo de investigación de la enfermedad de Chagas, del Instituto de Salud Tropical de la Universidad. Afecta aproximadamente a quince millones de personas en América Latina. Es la principal enfermedad parasitaria desde el sur de Estados Unidos hasta el sur de Chile. Cada año aparecen alrededor de 200.000 nuevos casos y mueren 14.000 personas por este parásito. En el mundo existen unos cien millones de personas en riesgo de contraer esta enfermedad. Pérez Silanes explica que no hay que olvidar que, aunque sea una enfermedad propia de los países pobres, también se están dando casos en países desarrollados debido al fenómeno de la migración: “Existen millones de personas que padecen la enfermedad sin presentar síntomas durante años y podrían morir por esta causa sin saberlo”.

Impacto social. El impacto social y económico de la enfermedad es enorme: produce un grave deterioro del estado de la salud en poblaciones que ya de por sí son desfavorecidas socialmente; tiene una alta incidencia en la mortalidad infantil y en adultos jóvenes; impide a los enfermos el acceso al trabajo, aumentando la pobreza de las zonas afectadas por la enfermedad; y además el coste sanitario para el tratamiento es muy alto. 

Objetivos del IST. La Universidad lleva más de diez años estudiando la enfermedad de Chagas gracias al impulso del profesor Antonio Monge (fue quien lo puso en marcha). Actualmente un grupo de ocho personas trabaja en la síntesis química de nuevas moléculas. Su investigación se complementa con la colaboración de grupos de investigación extranjeros de universidades de países como Uruguay, Paraguay y México, que llevan a cabo los ensayos de actividad antichagásica in vitro e in vivo. Los objetivos a corto plazo del IST se centran en la obtención de compuestos activos no tóxicos, con buena biodisponibilidad y obtenidos por rutas de síntesis no especialmente costosas o complejas, con el fin de lograr un coste adecuado del producto. 

Aunque su gran objetivo a largo plazo será la búsqueda de un tratamiento para esta enfermedad que sustituya a los actuales (Nifurtimox y Benznidazol), “son muy anticuados, con relativa eficacia clínica y muchos efectos tóxicos”, señala Silvia Pérez Silanes. Y añade: “La aplicación última de la investigación sería la publicación de los resultados obtenidos para compartirlos con la comunidad científica y permitir su transferencia tecnológica al  sector productivo para el desarrollo futuro de los compuestos”.

Una labor lenta. El mayor reto de trabajar en este tipo de enfermedades es que se precisa una alta dosis de paciencia. “Se trata de una carrera de fondo”, dice Silvia Pérez Silanes. “La batalla científica contra las enfermedades tropicales ha sufrido tantos altibajos en el tiempo, que han acabado mereciendo el calificativo de olvidadas. Este Instituto va a contribuir en parte a sacarlas del olvido y este es un gran reto”, cuenta. Fruto del trabajo de estos cuatro últimos años, se ha logrado depositar una patente de nuevos productos antichagásicos, en colaboración con un laboratorio mexicano, que se presentó en México el 11 de enero de 2011, y la solicitud internacional en Ginebra el 7 de marzo de 2011. El desarrollo lo continuará un grupo internacional de Uruguay, Paraguay y México, además de la Universidad. No se descarta que en función del desarrollo del proyecto se incorporen grupos de otros países.

 

Leishmaniasis

La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa provocada por numerosas especies del parásito protozoario leishmania spp. Afecta a humanos, perros y a algunos animales silvestres, y se transmite mediante la picadura de insectos. Constituye la enfermedad parasitaria más importante después de la malaria. La leishmaniasis se manifiesta de dos formas diferentes: cutánea, que tiende a curarse de forma espontánea pero deja importantes secuelas estéticas; y la visceral, que produce la muerte, si no se trata. 

Incidencia. La enfermedad está presente en 88 países y se calcula que anualmente la padecen dos millones de personas: uno y medio de forma cutánea, y medio millón de forma visceral. En 34 de los 88 países los enfermos de leishmaniasis sufren además el sida. Al año mueren 59.000 personas por esta enfermedad. “En la Europa mediterránea también puede darse la enfermedad por infección por L. Infantum y por L. Tropica, porque el insecto transmisor de estas enfermedades está presente. Puede afectar a perros, y se está detectando un aumento de la incidencia en la Europa mediterránea paralelo al de enfermos con sida”, explica la doctora Socorro Espuelas, responsable del grupo de investigación de leishmaniasis del Instituto de Salud Tropical de la Universidad. Además, señala que esto hace pensar que “en la Europa mediterránea hay una alta prevalencia de portadores humanos asintomáticos. El cambio climático podría favorecer también la migración de los vectores situados más al norte de Europa, como ya ha pasado con la migración de México a Estados Unidos. Lo que parece muy improbable es la introducción de otras especies de leishmania no endémicas de la zona mediterránea por la ausencia del insecto transmisor”.

Impacto social y económico. Como asegura Socorro Espuelas, no se dispone de datos fiables que permitan hacer una evaluación exhaustiva del impacto de la leishmaniasis porque la mayoría de los casos se produce en zonas rurales remotas, muchos no se diagnostican porque los pacientes no reciben atención médica y sólo en 33 de los 88 países endémicos la leishmaniasis es una enfermedad de notificación obligatoria. “Aparte de la mortalidad y morbilidad, la forma de leishmaniasis cutánea, que en principio es menos grave que la visceral, suele producir marginación, son mutilantes, difíciles de tratar y el desfiguramiento del rostro tiene un impacto psicológico permanente”, cuenta. Sobre el impacto económico afirma que no se dispone de información suficiente, pero dice: “Si bien se sabe que en algunas partes de Asia una familia con un enfermo de leishmaniasis tiene el triple de posibilidades que las demás familias de verse obligada a vender su vaca o su arrozal, lo cual la sume en un círculo vicioso de enfermedad-pobreza-malnutrición-enfermedad”.

Objetivos del IST. El grupo de leishmaniasis, en el que trabajan once personas, ha establecido proyectos de colaboración científica con otros grupos que también investigan en la biología y en la inmunología del parásito, o en los mecanismos de acción de fármacos leishmanicidas o implicados en la generación de resistencias. Su principal objetivo a corto plazo se centra en mejorar los tratamientos que se aplican actualmente y que resultan inadecuados, bien porque se han convertido en inefectivos o porque se trata de tratamientos largos (20-30 días) y se deben administrar por vía parenteral. Además, presentan grandes efectos adversos asociados y son muy costosos: “Trabajamos en el diseño y síntesis de nuevas moléculas capaces de bloquear una enzima del parásito, la tripanotión reductasa, que causa una alteración de su metabolismo que provoca su muerte. Además, los formulamos para hacer posible que sean eficaces y sin efectos tóxicos con una pauta de administración oral inferior a diez días. También diseñamos formas de administración tópica efectivas para el tratamiento local de la leishmaniasis cutánea”.

 

Brucelosis

La brucelosis es una infección bacteriana que afecta a vacas, ovejas, cabras, yaks, renos, camellos, llamas, cerdos y a algunos animales salvajes. Se transmite al ser humano por contacto con ganado infectado y también por el consumo de productos lácteos no higienizados, pero muy rara vez de persona a persona. Pertenece, por lo tanto, al grupo de enfermedades denominadas zoonosis. Aunque sólo es mortal en un 3% de los casos no tratados, la brucelosis es grave e invalidante. “Puesto que los animales domésticos son una fuente de alimento, materias primas y trabajo, la crueldad de las zoonosis es que el ganado es simultáneamente imprescindible para salir de la pobreza y a la vez una fuente de enfermedad”, explica Ignacio Moriyón, responsable del grupo de investigación de brucelosis del Instituto de Salud Tropical de la Universidad.

Incidencia. La enfermedad está repartida por todo el mundo. Sólo los países no mediterráneos de la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos, Japón, Australia y Nueva Zelanda han erradicado la brucelosis de los rumiantes tras décadas de vacunación y costosas medidas de sacrificio de animales. “En los años noventa, Estados Unidos gastaba más de 150 millones de dólares anuales en esto”, cuenta Moriyón. La brucelosis humana no tiene síntomas específicos que permitan identificarla sin un diagnóstico de laboratorio, por lo que puede confundirse con una serie de enfermedades febriles, incluida la malaria. Por esto, a menudo no se diagnostica y el número de casos es incierto. “No obstante, los datos existentes indican su importancia. Por ejemplo, en el año 2003 se declararon 50.000 casos de brucelosis humana en sólo ocho países del norte de África y este del Mediterráneo, pero se estima que el número de los no declarados puede ser diez veces mayor. Otro dato es que, de los 4.000 millones de animales domésticos propensos a la brucelosis que hay en el mundo, el 80% está en países no desarrollados en los que existe la enfermedad”.

Impacto social y económico. No existen vacunas humanas contra la brucelosis, y el tratamiento es largo: se prolonga durante 45 días y se basa en dos antibióticos combinados y caros. En España, el diagnóstico y tratamiento cuesta algo más de 300 euros por caso, una cantidad inalcanzable para la mayoría de las personas en los países en desarrollo. En el ganado, causa abortos e infertilidad y cuantiosas pérdidas económicas. “Para Iberoamérica, por ejemplo, sólo en ovino y vacuno, en el año 2003 las pérdidas se estimaron en 600 millones de dólares”, cuenta Moriyón

Objetivos del IST. La investigación en brucelosis la inició el profesor emérito Ramón Díaz Dorronsoro a finales de los años setenta. El Departamento de Microbiología y Parasitología de la Universidad de Navarra tiene una larga experiencia en técnicas diagnósticas serológicas y moleculares, así como en la investigación de los mecanismos por los que la bacteria burla las defensas inmunológicas. Por ello, el grupo de investigación, formado actualmente por cuatro personas, más otros cuatro estudiantes pre-doctorales, se ha marcado tres objetivos a corto plazo: el primero, aplicar la experiencia para formar personas de una serie de países, africanos en especial, con los que ya colaboraban en el marco de un proyecto financiado por la Unión Europea; otro es mejorar el poder inmunizante de las vacunas existentes basándose en su investigación, previa y en curso; y finalmente, el Departamento ha desarrollado por ingeniería genética un sistema para marcar las vacunas que, según afirma Moriyón, servirá para resolver el problema de distinguir animales infectados de los vacunados, y con el que quieren ensayar en rumiantes.