Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Vicente del Bosque. El hombre tranquilo

Texto Nacho Uria [Der 95 PhD His 04] Fotografía Manuel Castells [Com 87] Ilustración Luis Grañena

Vicente del Bosque (Salamanca, 1950) es el entrenador del equipo nacional de fútbol. Recientemente visitó Pamplona invitado por el Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad de Navarra y el Comité Olímpico Español. Participó en una mesa redonda con universitarios dentro de la XLV Sesión de la Academia Olímpica Española y recibió la Beca de Honor del Deporte. Además, encontró tiempo para conceder una entrevista a Nuestro Tiempo.


No hay semana en la que no reciba usted un  homenaje. ¿Qué tal se adapta a esta circunstancia, tan alejada de su carácter?

Intento llevarlo bien. Son días de devolver el cariño que nos ha demostrado todo el mundo. Además pienso que son distinciones al fútbol español por los últimos éxitos y en especial a los jugadores, que son los que ganan. Ellos son los autores de todo.

¿Por qué es usted entrenador?

Al terminar mi trayectoria deportiva quería dedicarme a entrenar porque era lo que más me entusiasmaba. Vocacionalmente quería seguir ligado al fútbol, pero jamás pensé que iba a entrenar a equipos de élite. Mi horizonte era dedicarme a la formación de futbolistas jóvenes, la verdad.

¿Puede ser un entrenador profesional amigo de los futbolistas?

Amigo no. Otra cosa es tener una buena relación personal. Eso es posible. Un entrenador debe esforzarse en que haya una buena convivencia y para eso tiene que haber una sintonía personal, sólo de ese modo estaremos más cerca del éxito. Entre todos, claro. Unos jugadores con otros y también con el entrenador, las personas que están alrededor del equipo (preparadores físicos, médico, utilleros...). Todos formamos parte del mismo proyecto.

Su estilo se basa en el respeto al rival, la paciencia o la humildad. ¿Cómo encajan esos valores con la exigencia de ganar a toda costa?

Intentamos que los jugadores se convenzan de que debemos intentar ganar porque así es el deporte profesional: la búsqueda de un resultado. Eso es indudable, también con los niños que comienzan en este mundo. Para eso se compite. Ahora bien, al mismo tiempo tenemos claro que no vale todo para ganar: la buena conducta es esencial en todos los sentidos. Incluso en el deporte de élite, donde parece que no hay cabida para eso, también existe.

¿Se considera un líder? ¿De qué tipo?

El liderazgo debe ser amable y exigente a la vez. Todo a un tiempo, por eso es tan difícil ser un buen líder. Yo no lo soy porque siempre procuro trabajar en equipo, sin eludir mi responsabilidad, pero teniendo en cuenta las opiniones de las personas que son colaboradores. Confío en ellos y por eso les escucho. Por ejemplo, nunca ponemos una multa a un jugador porque pensamos que la educación consigue más que el atropello, los gritos o los castigos. El que prefiere esos métodos se perjudica a sí mismo en primer lugar y, por supuesto, a los que le rodean.

¿Cómo mentaliza a los jugadores?

A veces parece que, al hablar del mundo del fútbol, hablamos de una motivación selectiva según el rival. No debería ser así porque el jugador debe tener una motivación maratoniana, continua. El que elige cuándo estar motivado… mal asunto. Hay que estar siempre en tensión. Ya sea por el dinero que cobras, el reconocimiento social que tienes o por la satisfacción del deber cumplido, que es la que yo considero más importante. Pero yo no identifico ese cumplimiento sólo con ganar, aunque indudablemente la clave es la victoria.

¿Se nota un entorno familiar estable en el rendimiento de un futbolista?

Son cosas diferentes, aunque paralelas. Todos tenemos nuestra familia, nuestros amigos y nuestros valores. Se nota, eso sí, cuando un jugador está más asentado personalmente.

¿Qué es más difícil: educar a los hijos o dirigir la selección española?

No es mala pregunta. No es mala pregunta porque la educación de tus propios hijos no es tan fácil. Quieres lo mejor para ellos e intentas que sean buenos chavales y sean felices. De eso se trata. Dirigir a la selección tiene dos cometidos principales: desarrollar la estrategia deportiva (elegir a los jugadores, el esquema de juego...) y gestionar personas. Y a veces, lo digo despacito, hemos tenido influencias que no han sido nada buenas para la convivencia. Afortunadamente, eso ha pasado.

Ya que lo comenta, ¿ser buena persona es una desventaja para triunfar en el mundo del fútbol?

No creo. Algunas declaraciones de algún jugador o entrenador que dicen “Fulano de Tal no triunfó en aquel equipo por ser bueno” me parecen incongruentes. De todos modos, elogiar mucho a una persona por su bondad no es bueno. Todos estamos llenos de imperfecciones y defectos.

¿No se referirá a las continuas alabanzas que usted recibe?

No, no (serio). No son reconocimientos personales, son colectivos. Tengo claro que si no hubiera victorias lo que ahora se considera una virtud sería un defecto (blandura, falta de personalidad...).  Todos lo hemos visto antes.

A usted le ocurrió en el Real Madrid…

Son etapas pasadas y yo procuro mirar adelante.

En el deporte profesional los éxitos continuados son inusuales. ¿Está la selección preparada para el fracaso?

No lo sé realmente. En la vida es importante saber ganar y saber perder. Perder es siempre complicado, pero el deporte te enseña a aceptar la derrota con moderación, sin dramatismo. Sin que sea una cosa extrema ni traumática, aunque asumo que eso es difícil hoy día.

Durante muchos años usted fue entrenador de la cantera madridista. ¿Cómo enseñaba a encajar la derrota a los jóvenes?

No sólo en el fútbol menor, sino también en el profesional, una derrota exige un análisis ponderado, sin cargar las culpas a nadie. Cuando se pierde perdemos todos, y cuando ganamos también. Eso es ser un equipo. De todas maneras, hay que tener confianza en lo que se está haciendo. Ser inflexible en algunas cosas y en otras no. Al final tenemos que seguir compitiendo y perder un partido no significa nada. Ante la derrota hay que aprender de los errores, pero también mantener un espíritu alto.

¿Qué se le debe pedir a un futbolista que empieza? Por ejemplo, con nueve o diez años.

Indudablemente debe tener cualidades. Hasta cierta edad son cualidades futbolísticamente puras con independencia de su fuerza física. Es decir, saber jugar al fútbol. Parece una obviedad pero no lo es, porque si ves un partido de infantiles te percatas de que unos saben jugar y otros no. Con catorce o quince años ya es otra cosa: hay que tener preparación física, buena técnica, sentido táctico y buena conciencia de equipo. Pero el elemento clave es la emoción por el fútbol, disfrutar y sacrificarse. ¿Cuántos jugadores eran buenísimos y no han llegado? Les faltaba la emoción por jugar.

¿Cómo se prepara para los partidos? ¿Tiene alguna rutina?

¿Te digo la verdad? Muerto de miedo (risas). Es una tarea diferente si entrenas a un club o a una selección. En el primero hay más intensidad por la sucesión de partidos. En el segundo, más responsabilidad porque tienes detrás un país entero.

¿Qué requiere más esfuerzo: entrenar a la cantera o a un equipo profesional?

Seguramente todo lo que tenga que ver con los más jóvenes supone más responsabilidad. Es más: cuanto más jóvenes, más responsabilidad. En esas edades cualquier decisión influye en la personalidad, que se está asentando. Los mayores ya vienen con la “mili” hecha, pero creo firmemente en mantener unas buenas relaciones. Eso es fundamental para que los equipos funcionen, sean aficionados o profesionales, porque hay que sobrellevar con paciencia las adversidades.

¿Qué supuso para usted Santiago Bernabéu [presidente histórico del Real Madrid]?

Era un líder moral, un hombre bueno y que quería al fútbol y al Real Madrid. Para todos los que empezamos de chavales allí fue una referencia. Recuerdo que cuando falleció se jugaba el Mundial de Argentina y hubo tres días oficiales de luto.

¿Y fue justo abandonar el Real Madrid? 

Un entrenador que está cuatro años en un equipo sabe que eso puede ocurrir. A veces hay que remover la tierra para airearla y el Madrid hizo bien buscando otro entrenador. No fue nada extraño. Es la ley del fútbol, aunque es verdad que ese estigma dificultaba mucho que siguiera en España. Por eso acepté una oferta turca, que fue una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido. Y digo más: si no hubiera abandonado el Real Madrid en 2003, es muy probable que hoy no fuera entrenador de la selección.

¿Qué título le hubiera gustado ganar como jugador?

Es evidente que jugar con la selección un Campeonato del Mundo o una Eurocopa y ganarlo. También una Copa de Europa, de la que fuimos finalistas y perdimos. Eso son los trofeos con los que sueña cualquier futbolista.

¿Y su peor derrota? ¿La final de 1981 de la Copa de Europa contra el Liverpool?

No, no, no creo. Siempre que se produce una derrota con un equipo como el Real Madrid es muy dura, pero seguramente algún partido de Copa de Europa. Recuerdo una eliminatoria contra el Estrella Roja en la que ganamos 2-0 en el Bernabéu y fuimos a Belgrado y perdimos en los penaltis. Fue de lo peor que yo recuerdo, quizá también por la edad que tenía. Me produjo un dolor inmenso.

¿Considera a la prensa un enemigo de los equipos de fútbol?

No. No considero que sea perjudicial ni para el futbolista ni para nadie. El fútbol le debe mucho al periodismo deportivo, y al revés. En esas buenas relaciones con todo el mundo de las que hablaba antes también incluyo a los periodistas.