Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Un influencer atípico


Jorge Bustos procura mimar las palabras y la expresión directa de sus ideas, tanto en sus escritos como al hablar; evita las repeticiones, las muletillas y los rodeos. Va al grano con seguridad y dice que, en buena parte, debe esa actitud a que siempre fue un buen lector y «un empollón ejemplar».

Desde pequeño quiso ser columnista de El Mundo o ABC, diarios que recibía su familia: «La gente a los catorce años quiere ser bombero, futbolista o modelo; yo quería ser columnista». Estudió Filología en la Universidad Complutense de Madrid, obtuvo veintitrés matrículas de honor y se licenció con Premio Nacional en Teoría de la Literatura.

Al terminar la carrera trabajó en el periódico local El Distrito y en La Gaceta de los Negocios, y como freelancer en Real Madrid Televisión, Jot Down y Zoom News. Con una mezcla de pasión y necesidad, en esos años amplió sus intereses periodísticos: desde la crónica parlamentaria a los artículos sobre fútbol —se autodenomina «madridista narrativo»—, los comentarios políticos, los reportajes sobre asuntos culturales, etcétera. En 2015 llegó a la redacción de El Mundo y desde septiembre de 2017 es el jefe de Opinión de ese diario. Su columna se titula Considerando en frío.

Bustos participa como tertuliano de radio y televisión en Cope, Telecinco y La Sexta, y forma parte del consejo asesor de Fundéu —una institución asesorada por la Real Academia Española y patrocinada por la Agencia Efe y el BBVA que se creó en 2005 para cuidar la lengua castellana en los medios de comunicación—.

Además, ha publicado cuatro libros. La granja humana (2015), El hígado de Prometeo (2016), Crónicas biliares (2017) y Vidas cipotudas: momentos estelares del empecinamiento español (2018). Ha descrito este último como un «desfile de hombres y mujeres excesivos», como el Quijote —personaje muy presente en sus obras—, «un representante del carácter español: por una parte, autodestructivo y, por otra, esperanzado».

Para compatibilizar todas estas actividades, Bustos cree necesaria una especial autoexigencia: «Soy un obseso del sueño. Sé que si no he dormido bien no voy a escribir bien. Llevo una vida espartana. No podría resistir un solo día de trabajo sin mis siete horas y media de sueño». Además, busca momentos para desconectar de la vorágine en que vive y concentrarse: «Por ejemplo, en la redacción, que es completamente diáfana, tengo unos cascos de insonorización para aislarme y leer o escribir».

En El Mundo sus principales ocupaciones como jefe de Opinión son escribir los editoriales y encargar las tribunas: «Escribo muchos editoriales y los que no redacto directamente los superviso. Siempre es un trabajo de equipo, orgánico, anónimo. Por eso es una gran cura para el ego».

Cuando se le pregunta si no es muy joven (35 años) para ocupar un puesto como el suyo, responde que Pedro J. Ramírez dirigió Diario 16 con 28. 

Ahora bien, puestos a elegir entre literatura y periodismo, no lo duda. Aunque es consciente de la gran oportunidad que supone su actual trabajo y su cierta notoriedad, dentro de unos años espera orientar su carrera profesional hacia la novela: «Muchos grandes autores —como Hemingway, por ejemplo— han advertido de que el periodismo hay que dejarlo a tiempo. Espero ser capaz de tomar esa decisión porque tengo una voz interior que me reprocha continuamente estar perdiendo el tiempo en contiendas electorales y otras historias cuando debería escribir novelas». «De momento —remata— estoy bien y trato de dar todo en cada artículo porque estoy convencido de que tú vales lo que vale tu última columna».