Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Un queso Idiazabal a la rumana


Adrián Mihal Dogaru, de 26 años, habla castellano con un ligero acento navarro y con expresiones en vasco. Durante cinco años, Adrián vivió en la zona de la Sakana, en Navarra. Aquí aprendió el oficio de pastor, en caseríos de Urdiain, Arbizu y Etxarri. Después de largas faenas, gastar poco y ahorrar mucho, ha regresado a su localidad natal, Berzasca, al suroeste de Rumanía. Un destartalado pueblo cerca de la frontera con Serbia de no más de tres mil habitantes que bien podría ser un paisaje de la sierra de Urbasa, con prados verdes y colinas onduladas, si no fuese porque al fondo interrumpe la postal el caudaloso río Danubio. Allí ha montado su propia quesería, junto a su mujer, Alina, de 25 años, y su hijo, el pequeño Gabi, de 2. Este joven ha sido uno de los tres millones de rumanos que residen o han residido en el extranjero; una generación entera en la diáspora, que se marchó a buscar un futuro mejor.