Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Mujer, presencia invisible

Texto y fotografía Francisco Magallón, periodista gráfico  

Lejos quedan las sociedades donde lo femenino era objeto de culto, que divinizaban a una diosa y tenían bien interiorizado el ritmo de las estaciones. El androcentrismo supone la negación de sus derechos y la ocultación de sus aportaciones.

 

[Foto de portada] Mujeres refugiadas. La destrucción sistemática de aldeas, los asesinatos masivos, la limpieza étnica y religiosa obligan a miles de personas a buscar refugio en tierra extraña. Nacida en el exilio, la mujer de esta imagen quizá nunca conozca la tierra de sus padres, Sudán. Ahora está reasentada en Madrid. España, 2012.

 

Aunque todas las mujeres detuvieran su actividad al mismo tiempo, el mundo no dejaría de girar. Pero, si eso ocurriera, millones de niños morirían de hambre, cientos de miles de ancianos se quedarían sin atención y muchos países sufrirían graves consecuencias económicas y sociales.

Responsables de apenas el uno por ciento de los medios de producción, aportan dos tercios de las horas mundiales de trabajo. Paradójicamente, solo poseen el diez por ciento de la riqueza global.

A pesar de todo, las mujeres sobreviven en un sistema patriarcal que las convierte en el punto más vulnerable de la sociedad. Víctimas del fanatismo étnico y religioso y objeto de una opresión despiadada —en especial en situaciones de conflicto—.

Más allá del momento histórico o el lugar geográfico, malviven afectadas por la discriminación y la desigualdad de oportunidades. Pese a ello, encarnan el pilar fundamental de la familia, de la transmisión de los valores, de la educación y la salud. Constituyen una presencia invisible —e imprescindible— sin la que no sobrevivirían las millones de personas a su cargo: jóvenes o ancianas, sanas o enfermas.

Tras muchos años de esfuerzo, la mujer de los países desarrollados destaca en la política, las artes o la educación. Sin embargo, aún falta mucho camino para que nuestro mundo sea un lugar más justo, donde ellas disfruten en igualdad de condiciones de unos derechos que les pertenecen: personales, sociales, religiosos, familiares, económicos y políticos. Solo así podrán aportar su inestimable labor por el bien común, sin tener que renunciar a su dignidad e identidad propia .

Hacer visible lo invisible es una tarea de hombres y mujeres, un reto que nos apela cada día y un compromiso con la equidad y la justicia. 

 


Mujeres y madres. Transmisoras de vida y pilar fundamental de la familia, de la educación, la salud... Sin ellas, la existencia y supervivencia de millones de personas sería imposible. India, 2011.

 

Mujeres amenazadas. En determinados contextos socioculturales, el hecho de ser mujer eleva el riesgo de sufrir discriminación, violencia y malos tratos. De padecer la persecución e, incluso, la muerte. Laos, 2010.

 

Mujeres en medio de la catástrofe. «En cuarenta segundos perdí todo: mi marido, mis hijos, mi casa, mi trabajo... mi identidad». Un país castigado y atormentado por la historia pero con unos habitantes dispuestos a abandonar los recuerdos de una catástrofe para convertirlos en un futuro mejor. Haití, 2011.

 

Mujer y trabajo. Cuando el sol abrasa se hace difícil distinguir el negro del blanco, la tierra de la gente... Mientras tanto, las mujeres trabajan sin descanso para revivir entre la arena, los palos y la paja. Mauritania, 2008.

 

Mujeres y explotación sexual. Engañadas, agredidas y prostituidas. Viven y trabajan en espacios insalubres, donde nacerán unos hijos que sufrirán la misma tragedia. Presentes en los mercados de las ciudades, más de la mitad de las prostitutas tienen menos de dieciséis años. Bangladesh, 2009.

 

Mujeres acorraladas por la guerra. Desamparadas, atrapadas en medio de uno de los conflictos más crueles del mundo... Expulsadas y maltratadas, crían a niños que serán reclutados por las milicias o la guerrilla para morir con un arma en la mano. Sudán, 2006.

 

Mujeres esclavas. La esclavitud aún existe. Miles de mujeres nacen esclavas, otras son vendidas con total impunidad en mercados públicos por menos de cuarenta dólares. Engaño, secuestro, abuso laboral: formas contemporáneas de esclavitud. Mauritania, 2007.

 

 

 

Al otro lado de la cámara. «Terminábamos de grabar cuando nos encontramos rodeados de niños poco acostumbrados a jugar. Entonces hicimos una pelota entre todos con cartón y cinta americana. La experiencia fue inolvidable, como si el centro de la Tierra se condensara en aquella esfera plateada. Ojalá todos los días se pudiera repetir aquel momento... Tanto ellos como nosotros».

 

Una mirada privilegiada

 

Javier Magallón (Madrid, 1959) es reportero gráfico en TVE desde 1983, dedicación que le ha permitido presenciar acontecimientos históricos, pero también cotidianos. En todos ellos ha encontrado nuevos rostros, rincones desconocidos, otros enfoques, sentimientos en medio de la tragedia. Para Magallón la cámara es una herramienta privilegiada que le acerca a la vida: «Ha sido mi conexión con el rostro humano». Con ella ha cubierto desastres naturales como el tsunami de Indonesia de 2004 y guerras como las de Gaza, Líbano, Bosnia, Kosovo, Iraq y Afganistán.

 

Sin pretenderlo, ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales, como el Primer Premio de Periodismo de la Fundación Pfizer, el Premio de Periodismo Guardia Civil (2006 y 2013), las Medallas de Plata (2002) y Bronce (2005) del New York Festival Promax, el Premio Periodismo Columbine (2012, con el equipo de En Portada de TVE) o el José Couso de Periodismo, concedido por Tele5.

 

En la actualidad cuenta con varias exposiciones monográficas en toda España. Entre otras «Reconstruyendo Haití, reconstruyendo derechos», en colaboración con Cruz Roja, «60 Anivers¬rio ACNUR. Recorrido histórico», «Mujeres de Darfur», «La infancia y los derechos humanos» o «Mujer, todos somos una». A esta última, realizada con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), pertenece la mayoría de las fotografías de este reportaje.