Tras el estreno de la cuarta temporada, The Chosen se consolida como fenómeno global. La quinta ya ha culminado su rodaje y se estrenará en 2025.
«Quiero que mis seguidores renueven el mundo y sean parte de su redención». Preparando el sermón de la montaña junto a Mateo, en el último episodio de la segunda temporada, Jesús recuerda lo contracultural de su mensaje. El visionado de esa escena desde el 2024 permite muchas lecturas. Para empezar, de esa pasión a contracorriente nace esta serie tan singular. Un puñado de entusiastas —liderados por el guionista, director y productor Dallas Jenkins— decidieron llevar la vida de Jesús de Nazaret a la pequeña pantalla. ¿La premisa creativa y de negocio? Evangélica: que fuera gratis y accesible para todos. Así, tras una exitosa campaña de crowdfunding (micromecenazgo online), la primera temporada vio la luz allá por 2019. El correcto acabado formal para un drama histórico, la frescura de los guiones —siempre dentro de la ortodoxia religiosa— y el boca a boca han hecho el resto.
Este empuje de los creadores para un proyecto tan inédito viene espejado en los títulos de crédito. Son sencillos y de una simbología asequible: un banco de peces blancos sigue la corriente a ritmo de pop-rock, hasta que aparece uno, azul, que nada en dirección contraria. Poco a poco se le van uniendo más y más al díscolo, al revolucionario, al que se atreve a pensar lo imposible. También esta imagen resuena en el diálogo que abre esta reseña: «No quiero seguidores pasivos. Los que de verdad estén comprometidos se adentrarán profundamente en busca de la verdad». Pescadores de almas y tal, gente que persigue un bien mayor en una época, este 2024, donde el cristianismo hace mucho que ha perdido presencia en el ámbito cultural y en la moralidad pública.
Si Dallas Jenkins y su equipo han decidido atreverse a remontar el río con esta propuesta tan contracultural de puertas afuera como ortodoxa de puertas adentro, los espectadores han premiado su arrojo y han convertido The Chosen en un fenómeno global. La serie ya lleva cuatro temporadas, ha realizado preestrenos en cines y, a pesar de ser gratuita en su propia aplicación, hay plataformas de streaming que la han comprado para nutrir su oferta (Movistar en España, Canal+ en Francia o Peacock en Estados Unidos). Su crecimiento está siendo exponencial, y cada vez más espectadores fieles dan aportaciones económicas para temporadas futuras.
Este éxito, al que le quedan aún bastantes años de vida, evidencia que, pese al tópico laicista dominante, Dios y sus alrededores mantienen un saludable potencial artístico. No olvidemos que muchos grandes títulos de la historia del cine exploraban temas bíblicos (Ben-Hur como paradigma). Y lo hacían, más allá de la espectacularidad y el tecnicolor, porque la fe se antoja un asunto dramático de primer orden: puede llevar al rezo tanto a un pobre campesino del norte de África como a un empresario del IBEX 35, lo mismo otorga consuelo a quien acaba de perder un hijo o enciende los corazones de una familia numerosa antes de la cena, que enardece la violencia de un terrorista. La experiencia de la fe es tan diversa, pues, que, independientemente de las particularidades con las que cada cual la profesa, existen decenas de religiones establecidas en todo el mundo. Es una necesidad humana bastante universal.
Por eso, The Chosen ha sabido encontrar un nicho desatendido y le ha proporcionado emoción, largo recorrido, sabor y hasta sus toques de humor; «la sal también realza el sabor de las cosas», le espeta Jesús a Mateo antes del sermón. De este modo, en su búsqueda de la profundidad narrativa y la autenticidad dramática, los creadores se han afanado en dotar de aristas a los personajes. Cada apóstol, por ejemplo, tiene sus particularidades psicológicas, sus tics físicos o sus propios conflictos familiares o íntimos. Hasta los archiconocidos Jesús y la Virgen María ganan tridimensionalidad en la sala de guionistas.
Sí, The Chosen es una serie de parte, que no esconde su propósito evangélico. El riesgo de intentar unir mensaje y forma, como se aprecia en tanta película y serie politizada en exceso, es que la ideología se meta con calzador y arruine la naturalidad del relato. Es una tentación que The Chosen ha esquivado hasta ahora; quizá porque «la historia más grande jamás contada» suma ya dos mil años de inmarcesible y constante vitalidad.